viernes, marzo 23, 2007

Vivir de palabras (II)

La Llave de los Campos. Magritte.

II

Si tenemos la experiencia de una cosa, las palabras que la nombran nos sirven para repetir, de forma muy amortiguada, esa experiencia que tuvimos con la cosa misma. Ella y yo, fundidos en un instante que pareció congelarse y al que se puede acceder como quien alcanza un libro.

Al recordar ya no interaccionamos con los seres de ahí fuera, es verdad, sino con nuestra memoria de ellos, recién despierta al escuchar sus nombres. Pero esta no es ni mucho menos una experiencia comparable a la primera. Por lo demás, repetir una y otra vez este proceso de puras palabras, sin hacer de nuevo el amor con las cosas mismas, es como beber un café mil veces vuelto a colar.

Si no tenemos la memoria, o si esa memoria ya está gastada, daremos un significado a las palabras que no es real. Si nunca he fumado en pipa, al ver la imagen de una o escuchar su nombre, lo rellenaré con un significado que no le es propio (no tengo el sabor del tabaco en mi garganta, ni el calor de la madera en mi mano, ni el gusto amargo de una gotita de nicotina que se mezcla con mi saliva…) El significado atribuido producirá, lógicamente, una experiencia pobre e irreal.

Este tipo de existencia, mitad ensoñación y mitad olvido es, con frecuencia, el único material con el que construimos la vida.

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