jueves, marzo 29, 2007

Visiones del subterráneo

Metro de Madrid

I

En el suburbano de esta ciudad hay ciertas estaciones en donde las líneas del metro se cruzan. Parece como si cada una, en la soledad de los subterráneos, quisiera permanecer en contacto con las demás, tocarlas aunque solo fuera con la punta de los dedos. O disponer quizás de un punto de recuerdo al que volver de vez en cuando, para así no sentirse tan solas. En las grandes estaciones las manos de los caminos se juntan.

Estos lugares son largas extensiones de pasillos y escaleras por donde en las horas punta se vuelcan mareas humanas que vienen y van como por dos cauces de río que fluyeran a la vez separados y contiguos. Pero no son dos, sino un solo río circular que viene y va hacia los bordes de si mismo.

Y aquí estoy ahora, en una de esas estaciones, en una de esas corrientes, luchando por la consciencia, con la cabeza sobre el agua como un corcho que flota.

He dado vuelta a una esquina y me encuentro frente a un largo pasillo. Es como si se me hubiera tragado un enorme gusano, con sangre de neon en las venas y carne de azulejos blancos.

Camino despacio volviendo hacia la luz del sol. A izquierda y derecha dos bandas metálicas, una que va y otra que viene, arrastran consigo a multitudes tan numerosas que al mirar sus rostros me sacude el vértigo.



II

En el momento en que vuelvo la esquina un músico se pone a tocar. Le veo un instante, al pasar, en el único rincón del pasillo al que la corriente no llega. Coloca un pequeño disco en un aparato con dos altavoces y toma en sus manos, con mucho cuidado, un viejo violín de color oscuro.

Suena Vivaldi, de fuego y agua. Arranca como si reventara de pronto una granada color de oro, sembrando el aire con el vuelo de sus semillas rojas y blancas.

Es como si alguien hubiera apretado un interruptor, y encendido el mundo. Todo nace. Veo de pronto que las dos cintas metálicas arrastran las multitudes con velocidad perfecta. En cada una de las corrientes se mueven cientos de seres, pero todos parecen marchar con un mismo son, cada río hacía su sitio. Los centenares de luces del techo pasan también con su ritmo exacto, ni rápido ni lento, y los anuncios en las paredes, y el latir del corazón, y la música, y los pensamientos...

Cada una de las multitudes: la de los seres de carne y sangre, la de las burbujas de luz, la de las ondas de sonido y pensamiento, tiene su propia música.

Y cada uno de los seres que las forman tiene también la suya. Miles de corazones, como gotas, dentro de una ola única. Hagan lo que hagan, está bien. La corriente mayor les abraza como son y les une, brusca y dulce, con los demás hermanos.


Metro Mantis


III

Durante un tiempo se oye el violín, como si alzara el vuelo sobre las cosas. Su sonido es como el cielo de enero, claro y seco, tan puro que, al querer besar tus ojos, les hace llorar. Es como si su voz fuera el centro del frío. A su contacto el aire, y los seres dentro del aire, se vuelven de cristal y hielo, como un lago que se congelase sobre un pueblo recién sumergido.

El violín lo envuelve todo y lo sostiene, vibrando en el aire. Levanta un delicado mundo de espejos sobre el vacío y soporta su temblar hasta que todo se derrumba y se hace añicos entre sus cuerdas.

La Muerte que viene, un instante de silencio pasa y luego, con un hormigueo de diminutas notas, como si el viento jugara entre las hierbas, el mundo comienza a brotar de nuevo.

Por un momento todo lo veo en su complejidad y, a la vez, como si solo existiera un Ser en toda la extensión del Mundo.

Algo le ocurrió a mi cabeza en mitad de aquellos túneles: el pensamiento saltó en pedazos, cuando las cosas que le llegaban fueron tantas que los nombres se le acabaron. Solo me queda ya un escalofrío que me recorre el cuerpo y se queda prendido en mi pecho y en mi nuca, como un niño despavorido que se acurrucara entre mis brazos.

¿Qué soy yo?¿Quien soy? Esas preguntas han dejado, por un momento, de tener sentido. No hay tiempo para hacerlas, ni mucho menos para buscar respuestas.

Cuando la Vida lo está llenando todo, no queda sitio en el instante para pensar.

No hay comentarios: