martes, diciembre 26, 2006

Confesión

Mitología de las Nobles Restricciones. Olbinski


He de hacer una confesión.

Yo, en realidad, soy lo que parezco.

No soy lo que soy por amor, ni tengo elevados motivos tras los que esconderme. No tengo tampoco excusas. Ni una sola siquiera. Ni tengo la menor explicación de por qué soy asi, ni más razones para serlo que mi voluntad de existir y el tener la cabeza muy dura.

Nací, viví... Todo ocurrió muy deprisa, en ese sueño largo y profundo en el que dejé que mi vida creciera como un jardín sin cuidar.

No tengo más explicación que esa, la de la misma vida expresándose en la forma pura del músculo y del hueso, de la suavidad del labio, de la curva húmeda de los ojos. Tengo calientes la sangre y la saliva, y heladas las lágrimas. En la vida pude ser lo que hubiera querido, les gustara a los demás o no, pero jugué al miedo y a la pereza, al abuso, y a la fácil violencia de ser el animal mas fuerte... hasta que se me rompió el corazón como si fuera un vidrio. Lloré por primera vez al ver a la muerte y luego, lloré muchas veces más.

Ahora, después de dar la vuelta completa al mundo de mi rabia y mi tristeza, vuelvo a ser lo que soy y lo que era.

Ya se que siempre imaginé ser otra cosa. Lo sé, lo sé... Pero era solo eso, imaginación.

Soy solo lo que soy y lo que soy está aquí, ahora, a la vista de todos. Desnudo, en el centro mismo de una plaza por la que todos cruzan. No hay traje que se me sostenga sobre los hombros. No hay tela capaz de cubrir mi piel. Aquí estoy, manojo de limitaciones. Soy hombre y no mujer, soy blanco y no negro, no tengo corazón ni tengo paciencia. No soy más alto que una torre, ni más bajo que un rosal. Si hay más de cinco personas a mi lado paso desapercibido.

Y si miro alrededor, me veo pequeño como un punto. El pulgar de dios me aplastaría sin esfuerzo. El pulgar de ese dios que cabe dentro de mi, que revive en mis ojos cuando le miro.

Firmado: La Máquina.

miércoles, diciembre 13, 2006

Piedras vivas (releyendo a Aurobindo)




He vuelto a leer algunos pasajes de Aurobindo en un viejo libro que conservaba, olvidado y sin tocar, desde hacía más de veinte años. Recuerdo haberlo leído, en su momento, con gran cuidado, e incluso veo varios párrafos subrayados, indudablemente, por mi propia mano. Sin embargo, al volverlo a leer hoy, me parece como si sus frases fueran cajitas cerradas de música, primorosamente dispuestas, que abriera por primera vez.

Son frases sencillas, fabricadas con palabras que debieran ser claras y evidentes para cualquiera y, sin embargo, cuando las leí por primera vez se que no llegué a entenderlas. O, al menos, ese orgulloso muchachito que “se las sabía todas” no las entendió como ahora las entiendo yo. Estos capítulos son como barrios de una ciudad por cuyas calles pasé un día en patines, velozmente, con los cascos de música puestos a todo volumen. Recuerdo el brillo de algún escaparate, algún edificio particular, pero ningún rostro, ningún portal, ningún árbol, nada que haya arraigado fuertemente en mi memoria y continúe vivo hoy mismo, alimentado por mi propia experiencia personal.

Me fue preciso leer antes a Gold y, sobre todo, practicar, practicar, practicar, siguiendo sus consejos. Practicar solo y practicar con otros, “practicar”; no puedo llamarlo todavía “Trabajo”.

Ahora vuelvo a leer las mismas palabras, las mismas frases. Ellas no han cambiado y quizá, en el fondo, tampoco yo, pero la forma en que los dos bailamos y la música que suena para nosotros sí. En este instante las veo vivas, hermosas, plenas de sentido. Repican y se funden con los propios ecos de mi experiencia. De mi experiencia, digo, y no de mi recuerdo, experiencia hecha carne en lo que ahora soy y no solo memoria de lo que experimentara un día.

Todas las palabras, todas las respuestas, todo lo que pueden decirnos todos los gurúes, semidioses y profetas está ya escrito, y conservado de mil formas distintas: en mi pulso, en el papel, en la piedra, en una leve vibración del aire, en las estrellas... Nos lo gritan, nos lo susurran, nos lo arrojan a la cara, nos lo besan todos y cada uno de los que pasan a nuestro lado y enredan por un instante su vida, como zarzillos, en torno a nuestra propia piel. Todos los sentimientos, todos los pensamientos, todos los dioses, los hombres y las bestias y todo el resto de los seres vivos, esos a los que llamamos piedras porque parecen no sentir…

Todos están aquí, nada falta salvo nosotros mismos. O, mejor, si que estamos, pero no estamos del todo. Nos falta aún algo para transitar presentes y lúcidos por este mundo.
Nos falta encender la atención y despertar la conciencia, extraer, como Arturo, la Espada de la Piedra.

Nos falta abrir los ojos y mirar por primera vez, como un sol recién nacido.

¿Qué sería de este mundo, si no lo mirara el Sol?


sábado, diciembre 02, 2006

Trabajo (III)

Blanco y celeste. Roerich




Reflexión



No tienes alas...
Si quieres subir al cielo tendrás que trepar.

Trepar una montaña que no existe
hasta ese cielo tuyo que aun tienes que crear.

La tarea es a la vez inmensa como el Mundo
o sencilla como un parpadeo.

O vuelves al Sueño, o te pones a Trabajar.

Trabajo (II)

Forjando la Espada. Roerich


La primera vez que leí sobre el Trabajo fue, por lo que recuerdo, en el prólogo escrito por Pawels para el Retorno de los Brujos. Era a finales de los años sesenta, cuando yo aún me tambaleaba entre la niñez y la adolescencia, pero me acuerdo muy bien de lo que sentí en ese momento. Fue como cuando, en El Señor de los Anillos, un descuidado hobbit hace caer un pesado objeto en los pozos abismales de Minas Tyrith. Al principio un ancho silencio suspendido en el aire, como si el mundo se hubiera detenido sobre mi cabeza y luego, ahí dentro, muy, muy profundo empezaron a sonar los tambores... Algo se había despertado.

No se hablaba en este prologo expresamente del Trabajo, escrito así con mayúsculas, ni tampoco se utilizaba el término en relación con lo que una u otra escuela o tradición pudieran haber dicho de él. Ni siquiera, de hecho, era el propio Pawels el que hablaba, sino que, al escribir, recordaba solo una frase que cierta persona muy unida a él solía pronunciar.

Esa persona, su padre adoptivo, muerto varios años antes de nacer yo, y al que conocí solo por lo que Pawels escribió de él en algunas de las páginas de su prólogo, fue uno de mis primeros maestros. O, mejor, fue uno de esos seres por cuya voz me hablaría, en una u otra ocasión, el Maestro.

Este hombre, obrero sastre por oficio, de humildísimos recursos, que se veía en la necesidad de pasar a diario más de doce horas en su taller, solía decir:


“Al cielo se sube con las manos”


Esta fue la frase, cargada de enseñanza, que aquel hombre me transmitió a través de Pawels, frase valiosísima para mí en aquel momento y que emergió sola, destacándose al instante de entre los millones de frases que leyera en cientos de libros durante aquellos años.


“Al cielo se sube con las manos”
“Al cielo se sube con las manos”
¡Al cielo se sube con las manos!

martes, noviembre 28, 2006

Certezas

Anciano de los Dias. Blake

I

Si te dan una hoja en blanco en la que hay pintado un cierto número de puntos y te piden que traces una línea recta en ella, el problema tiene fácil solución… con tal de que te olvides completamente de los puntos dibujados o, al menos, no te empeñes en juntar con tu recta más de dos puntos diferentes.

Me parece que el nivel de certeza de un ser humano es inversamente proporcional a su capacidad de comprensión. Cuanto más olvida, cuanto menos comprende (bien por incapacidad natural, bien por decisión consciente), tanto mayores son sus certezas.
II
Aquel que se siente nacer de pronto, en mitad del vacío, entre un instante y otro, como surgido de la Nada, nada comprende... pero es todo certeza.

¡Soy!

Y ese ¡Soy! es ingrávido y, a la vez, pesa como cien mundos.

sábado, noviembre 25, 2006

Remolino

Tormenta tropical. H. Rousseau


I



Este cuerpo no soy yo.

El perfume, no es la rosa.




II



En nube se va convirtiendo el mar,

y el perfume de la rosa,

en rosa.

miércoles, noviembre 22, 2006

Trabajo (I)

Atlas Building. Rockefeller Center. New York


A veces soy testigo de un extraño fenómeno. Me encuentro, por ejemplo, sin energía ni ánimo para enfrentar cierta tarea que, por algún motivo, siento que es preciso realizar. (¡caramba! ¿qué iba a ser de todo el enorme tinglado “de ahí fuera” si yo no colaborara para sostenerlo?). Y es entonces, precisamente, cuando llega lo extraño… de pronto me siento con la energía necesaria para trabajar. Es como si se me hubieran recargado todas las baterías de un solo golpe.

Lo mismo me ocurre con otras “cualidades” útiles para la vida: sentido del humor, imparcialidad, resistencia, tolerancia… y, sobre todo, con la capacidad de vivir esta cotidiana rutina (que temo se acabará volviendo eterna) día tras día, como si cada vez fuera una ocasión distinta. Basta con invocar lo que necesito para que, a veces con cierto esfuerzo, finalmente aparezca.

¿Tengo asignado un esclavo en el Cielo, permanentemente atento a mis necesidades? ¿un ángel psíquico que vive pendiente de mí, de mis labios, para cumplir mis menores deseos apenas pronunciados?

O por el contrario, ¿soy yo mismo un esclavo, al que se proporciona a la vez la orden de actuar (haciendo que parezca surgir de entre mis propios deseos) y la energia necesaria para poder cumplirla?

No tengo las respuestas, pero no creo que el ángel esclavo o el astuto manipulador sean necesarios. Más bien me suenan a despilfarro. Un Dios economista no los toleraría, probablemente, en su Creación.

Me parece que el hecho de que el mundo sea irreal (o al menos lo sea nuestra réplica personal de él) tiene una ventaja básica: basta con imaginar vivamente lo que necesitas, para tenerlo. En el mundo de lo imaginario no puedes soñar sin crear, al mismo tiempo, lo soñado.


¿En verdad es posible que toda esta historia, el hilo de mi biografía y el espacio del mundo en el que la vivo, la esté escribiendo “Yo” de alguna misteriosa manera? ¿El mundo está en mi cabeza, como dice Valmiki? ¿Soy “Yo” el creador del mundo?

Si no soy yo el que escribo mi propia historia ¿por qué tengo la sensación de saber lo que va a ocurrir? y si en verdad lo soy, me pregunto con ansiedad, ¿por qué ninguna Navidad me ha tocado la Lotería?

viernes, noviembre 17, 2006

El Retorno de los Brujos (I)

Paisaje Alquimico


"Hay otros mundos, pero están en este"


Hace unos cuarenta años, Louis Pauwels y Jacques Bergier, el primero un poeta ex discípulo de Gurdjieff y el segundo un científico famoso por sus experimentos con el “agua pesada”, publicaron “El retorno de los brujos”. Este libro, una maravillosa enciclopedia de “el otro conocimiento”, escrito con poesía en el corazón, inteligencia en la cabeza y una mano dotada con la habilidad comunicadora de los buenos periodistas, tuvo un éxito inmediato.

Su aparición provocó una autentica “explosión esotérica” que se prolongaría por décadas, llegando, incluso, hasta el momento presente. Inmediatamente, y a su luz, comenzaron a proliferar los “buscadores”. Eran gente inquieta, intelectual, ingenuamente convencida de que lo que merece la pena saberse está escrito en los libros, descontenta con la “educación oficial”, con la religión establecida y, en general, con el espíritu estupidoracionalista y consumidor de nuestra época. Con la miel en los labios, después de haber leído “ El retorno…”, buscaban ahora en “lo oculto” un camino de liberación de su propia angustia y, ¿por qué no?, también de su aburrimiento.

En “El retorno…” se hablaba de alquimistas, de sociedades secretas, de magia, de antiguas civilizaciones desaparecidas, del otro mundo, de astrología… y a la sombra de su éxito proliferaron como setas las denominadas colecciones “esotéricas”. Se trataba de conjuntos de libros escritos por una variada gama de autores, la mayoría de ellos simples oportunistas que pretendían divulgar supuestos conocimientos vedados hasta entonces para la mayoría de nosotros.

Poco imaginábamos los que buscábamos con avidez entre esos libros que la mayoría de ellos no eran más que la respuesta de la sociedad de consumo, en la que vivíamos, a una nueva demanda surgida en su propio seno: el deseo de sorpresa. Quienes antes escribían por encargo novelas policíacas o de ciencia ficción ahora, apoyados en algún libro divulgativo, se atrevían a compartir con nosotros su recién adquirido conocimiento de los antiguos misterios. Y nosotros, asombrados, leíamos en un libro y otro maravilla tras maravilla, incapaces de distinguir la verdad de la fantasía. Pero también se encontraban autenticas obras maestras, casi todas escritas muchos años antes del libro de Pauwels y Bergier, y desconocidas hasta entonces por la mayoría de nosotros.

En la España de esos años, si mal no recuerdo, fue Plaza y Janés la editorial que lanzó la colección pionera de libros “esotéricos”. Su nombre era “Realismo Fantástico” y llevaba como lema una frase extraída del propio “Retorno de los brujos”:


“Hay otros mundos, pero están en este”


Yo era un niño entonces, y el recordar todo esto me trae ahora el mismo perfume antiguo, hermoso y muerto, como de flor seca, de cuando veo alguna vieja película por televisión. Me parece que muchas de estas cosas proceden de otro mundo, de un mundo en el que he estado, pero al cual nunca he pertenecido. Un mundo ingenuo y simple, a la manera de los niños. Con esa simpleza e ingenuidad que se miran con benevolencia, pero que no se admiran, porque surgen de la ignorancia, de un desarrollo incompleto, y no de ese consciente sacrificio, de ese proceso de purificación por el que voluntariamente renunciamos, a veces con dolor, a lo que sabemos falso.

domingo, noviembre 12, 2006

Lo que se da cuenta.

Fuji. Hokusai


Cuando recuperas la conciencia de tí es como si regresaras de un largo viaje.

“Vuelvo a ser yo, ahora, pero hace un instante no lo era”.

Es como si nacieras mientras vas caminando, cruzando las calles de tu ciudad o vagando por los campos de las afueras. Naces entre un paso y otro, entre dos miradas a mujeres distintas, entre una y otra respiración.

Pero ¿quien nace?¿quien eras un instante atrás?. Lo que antes fueras está cruzando su noche y su sueño, bajo la sombra de lo que eres ahora. Pero no ha muerto, y en algún momento volverá, parpadeando y diciendo ¿donde estaba?¿de donde vengo?

Como un incendio que ahora ardiera en un árbol y luego en otro, y en otro más allá y luego volviera al árbol primero. Como un jardín en el que fuera a la vez invierno y primavera, y nacieran los árboles, y murieran, para volver a nacer al momento...

No soy el que ahora escribe. No soy el que yo era. No soy el jardín. No soy el incendio. Soy, tal vez, lo que se da cuenta
.

En la playa de los naufragios

El Mar de Hielo. Friedrich


Una semana hace que no escribo. Retorno al blog como si volviera de un largo viaje por lugares lejanos y desconocidos.

Amado blog, o lector sin rostro que le das la vida.... si perdí el contacto contigo, si no estabas en mi alma mientras yo vivía...¿como explicarte lo que no viste conmigo? ¿como hablarte de lo que ni imaginas?. Las palabras resbalarán como lluvia por tu cara y formarán pequeños charcos redondos junto a tus pies. Bastará con que te muevas al dar un paso y ya quedarán atrás, como si nunca hubieran existido.

Es como encontrarse con alguien a quien amaste hace años, una antigua novia quizás, o quizás tu anciana madre, o el gran amigo de la infancia, ahora ya maduro y con hijos crecidos. Todo cambia, aunque no cambie nada. Y a veces el diálogo, hasta con quienes fueron casi tu mismo, se vuelve imposible. La gran felicidad que esperabas en el reencuentro se torna incómodo silencio.


Estoy aquí. Estoy ahora. No merezco el amor mas que otro cualquiera, ni el sufrimiento, ni la pena. Ni mas ni menos. ¿Merecer? ¿Y que significa?. La justicia es un invento de los hombres y existe solo mientras ellos miran. Todo lo que no es humano no es justo ni es injusto, ni lo fue jamás, ni lo será nunca; solo es lo que es, sin apellido alguno.

Nacemos en cada momento nuevos, libres, transparentes, sin culpa ni mérito. ¿Por qué no lo creemos? ¿Por qué nos aferramos a una falsa identidad? El karma lo inventó nuestro miedo al vacío. El karma: la carne y la sangre con los que moldeo lo que imagino ser. No lo soy, ¡y está bien! pero ¿por qué lo imagino? ¿que me falta?¿que busco que no tenga ya?

Querido blog, o lector sin rostro que le das la vida, sigo aquí, incomprensible, triste y alegre a un tiempo, siempre en lucha, ganándola y perdiéndola. Aquí sigo, en el borde de las cosas, siempre de pie en la playa de los naufragios.

domingo, noviembre 05, 2006

Sueño y Despertar (II)


A ciegas. Bradbury. (portada del libro por Emecé. Detalle)

Y no vale con decir: ¡no, yo estoy ya despierto!. ¿En alguno de tus sueños, uno solo, te diste cuenta de que dormías? Solo comprendes que estabas dormido cuando despiertas, al comparar lo que eres con lo que fuiste al soñar.

Existe incluso, para ciertos espíritus, el sofisticado sueño de creer que no solo están despiertos, sino que además Trabajan. Pero, con frecuencia, quien realmente actúa es el cuerpomente en que viven, que se mueve realizando aquello para lo que fue creado.

Es como el niño que va en un coche e imagina que él lo conduce porque mueve las manos en el vacío, como si llevara un volante.

“Si que lo conduzco papá. ¿no ves? el coche va siempre por donde yo quiero, me lleva siempre hacia casa”.

La única cosa que necesitas para proteger tu sueño, o sea para dormir pensando que estás despierto, es creer que tu instinto (la programación de tu máquina) y tu voluntad son la misma cosa.

El cuerpo-máquina está funcionando en piloto automático, mientras el Espíritu Conciencia vive enterrado en el jardín del Sueño, en lo más profundo del Corazón del Limbo.

Cuando te das cuenta de que uno y otro no son la misma cosa, la lucha entre los dos comienza; ya se ha Iniciado.

Sueño y Despertar (I)

El Diablo. Tarot de Waite


Hay en el comportamiento de mi cuerpomente (de mi máquina) y en el de mis vecinos por lo que veo, algo de masculino y algo de femenino.

Tiene de femenino el hábito de hacer de cada cosa un nido, de cada instante un hogar. No importa que el camino continúe, no importa que parásemos el tiempo justo para descansar, ahí está mi parte femenina limpiando y retocando, volviéndolo todo curvo, poniéndolo bonito. Y tiene de masculino el andar siempre como un alma errante, buscando un sitio donde cobijarse. En cuanto siente que algo es receptivo y acogedor, aunque sea un frío y húmedo agujero, aunque sea un soso y aburrido instante entre otros mil instantes, ahí se arrebuja y quiere quedarse.

Una vez y otra caigo en el pecado de Fausto, o de Goethe: "¡instante regresa y no pases nunca jamás!" .

Creada la rutina, y adherido tu comportamiento a ella, caes en una especie de sopor del que es muy difícil despertar. La única forma sería soportar voluntariamente cierta dosis de dolor, justo lo necesario para darse cuenta de lo que está sucediendo, y poder levantarse.

Pero si por el contrario, y como ocurre normalmente, en medio de esa especie de soñar despierto decidieras buscar solo la felicidad, entonces estás perdido, pues la única felicidad de la que eres consciente es la de la propia máquina. Eludirás todo esfuerzo, todo dolor, aunque vinieran para despertarte, viviendo la vida entera en un profundo sueño al que solo la muerte pondría su punto final.

“¿Y que más da, si vivo feliz?”, oigo decir dentro de mí a una vocecita.

"Si vives feliz, ¡claro!. Pero ¿es que dormir es vida?."

Cuando por la noche duermes y tu cuerpo descansa, ¿donde estás tu?¿cual es tu vida?

viernes, noviembre 03, 2006

E=mc2. ¿Que diablos querrá decir con eso?



He aquí algunas posibilidades:

1.- ¿E(spiritu) = m(áquina) con un c(abreo) al cuadrado?

(o sea, ¿surge el alma del sufrimiento del cuerpo, necesario para trascender nuestros condicionantes mecánicos?)


2.- ¿Espiritu (Ser) = Cuerpo a la velocidad de la luz al cuadrado?

(¿Cuerpo y espíritu son, en el fondo, la misma cosa?. ¿El alma-conciencia aparece a partir de cierta intensidad de vibración-dolor y no antes?)

o, también, pasando la velocidad al otro miembro de la igualdad:

3.-¿Cuerpo = Espiritu frenado?

(Si la matriz del alma, el cuerpomente, es un manojo de hábitos, para cambiar el alma, ¿bastaría con cambiar los hábitos?)


Mmmm...




jueves, noviembre 02, 2006

Idiotas y Absortos (V)

El Arbol Energía


El milagro de lo evidente


He observado que los Idiotas, cuando hablan, casi siempre lo hacen de la misma cosa: del milagro de lo evidente.

No de lo evidente en sí, sino de su milagro.

Y quizá es por ello por lo que la palabra idiota ha terminado usándose como sinónimo de necedad.

Las personas resbalamos por la superficie de la vida como sobre patines, apoyándonos en lo evidente, pero sin tocarlo en realidad. Contemplamos, sin verlas, las cosas que nos son familiares hasta el día de su pérdida. Y entonces, a pesar de nuestras lágrimas, tampoco las vemos a ellas, sino al drama de su ausencia, ese que, momentaneamente, nos hizo descarrilar. No nos damos cuenta de que la maravilla de los seres no está en el día que faltan sino, precisamente, en que ahora están.

Es como el que quiere abrazar el cuerpo desnudo de la Vida sin despojarse antes de sus abrigos de piel. De su abrazo, por muy largo y apasionado que sea, solo recordará luego el roce con sus propios trapos. Pero si alguien, que se desnudó hasta el corazón para abrazar a las cosas en su esencia le habla de la maravilla, el otro le preguntará, asombrado “¿como lo hiciste?”. Y al escuchar que no hay secreto alguno, salvo el de estar desnudo y despierto, que un abrazo es un abrazo, que un árbol es un árbol, y un pedazo de tierra es tierra, pensará que ese “iluminado” obtuvo, necesariamente, el mismo resultado banal que él.

Entonces, riéndose entre burlas se apartará diciendo

“¡Y lo cuenta como si hubiese descubierto algo! ¿será idiota?”

miércoles, noviembre 01, 2006

Idiotas y Absortos (IV)


Hablar o guardar silencio

Hay, entre los Idiotas, algunos que hablan y otros que guardan silencio. No son los unos más sabios que los otros, según creo, ni lo son menos. Sencillamente hay quien está dispuesto a jugar el juego de las palabras y quien no lo está.

Advierto, que tal vez esta opinión mía surja de algún defecto de visión, pues mi experiencia personal indica que son mucho más numerosos los silenciosos que los que se deciden a hablar. Además, “Querer, Saber, Atreverse y Callar” son los cuatro verbos de quien pisa el Camino, según nos cuenta la tradición. Yo no digo a esta frase ni que si ni que no, pero agradezco a su autor que no se aplicara el cuento, compartiendo su consejo con nosotros en vez de callarlo.

Pero tengo lo que tengo. Y mi vista, miope o no, distingue mejor el milagro de la palabra que el del silencio. El silencio es un portento permanente y mis ojos y oidos, ya acostumbrados, se han vuelto ciegos y sordos a él. El Silencio siempre estuvo ahí, siempre está ahí, siempre estará ahí cuando dejemos de hablar nosotros. La palabra, sin embargo, surge como un chispazo de la Creación, permanece un momento en el aire y explota. Tiene el alma del relámpago y el valor fugaz de lo que existe un instante, para despues morir. Tal vez luego vivirá su recuerdo en otros, pero el relámpago no ..., él ya no.

Aunque, bien mirado, en este mundo mezclado al que animamos con nuestra consciencia, el silencio y la palabra son solo materiales de construcción. Con el silencio y el vacío creas el espacio del mundo y con la palabra y el sentimiento las cosas con qué llenarlo. Lo que envuelve y lo que llena, la hembra y el macho.

El silencio se nos va quedando triste, como una casa vacía y estéril. Las palabras, por su parte, nos nacen desvalidas, como hijos húerfanos que buscaran un hogar.

¿Como podría hablar si tu no estuvieras callada?

Comprendo ahora que la elección no es jugar o no jugar al juego de las palabras. Ambos, los que hablan y los que callan, están en un juego superior.

Doy las gracias a Eso, que es Silencio y es Palabra. Doy La gracias a los que callan, para que se pueda hablar.

domingo, octubre 29, 2006

Idiotas y Absortos (III)

" Sueño de una noche de verano". Hughes


Si en una primera época se identificaba al Idiota con la persona ocupada solo en sus propios asuntos, más tarde, según nos explica Eric en su mensaje al foro (ver "Idiotas y Absortos I"), comenzó a aplicarse a la palabra el sentido peyorativo que tiene actualmente, es decir, “persona con sus capacidades mentales disminuidas”, “tonto”, “simple”.

Una frase muy conocida, que nos llega desde remotos tiempos dice así:


“Los tontos (idiotas) y los niños dicen siempre la verdad”.


¿Por que “los tontos y los niños”? ¿Por qué no: “los sinceros y los niños dicen siempre la verdad?” Probablemente porque la verdad a la que se refiere la frase tiene dos caracteristicas:

-por una parte se relaciona con algo evidente para todos (algo que hasta los niños pueden ver). Y por otra,

- no conviene expresarla publicamente. O sea, existe entre los “adultos” algo así como una convención tácita para no mencionarla.

En resumen, todos pueden ver la verdad, pero solo los “simples” (los tontos y los niños) se atreven a expresarla, precisamente porque, en su simplicidad, no han elaborado los mecanismos de inhibición que demanda la convivencia social organizada.

El problema con estas convenciones, sin embargo, es que se trata de “mecanismos”, es decir, de programas de funcionamiento automático.

Al poco de abandonar la infancia el adulto, ya educado, incorpora esas convenciones a su comportamiento y, con el tiempo, ya no solo elude expresar ciertas verdades evidentes sino, incluso, reconocerlas cuando las ve. Se evitan así ciertas incómodas incongruencias de la propia personalidad y muchos quebraderos de cabeza a la hora de demostrar lo que nadie discute salvo los niños y los tontos, es decir, que todos nosotros somos perfectos.

Así que, al final, y en lo que se refiere a las verdades básicas y “evidentes”, los niños y los tontos no solo “dicen la verdad” sino que, además, son ya los únicos que pueden reconocerlas cuando las ven.

El adulto normal ha perdido la capacidad de darse cuenta de lo evidente.

Se dice en los Evangelios,

“el que no se haga de nuevo un Niño no podrá entrar en el Reino de los Cielos”.

Yo añadiría,

“y el que no se vuelva un Idiota no será capaz siquiera de entrar en este”.

sábado, octubre 28, 2006

Idiotas y Absortos (II)




Aprendí, pues, que el Idiota se ocupa solo y exclusivamente de sus propios asuntos. Y lo aprendí bien, me parece, pues a mi mente, tan rígida siempre en sus certezas, ese comportamiento no le pareció egoista, sino muy natural.

¿Quien puede pretender, salvo el muy tonto o el hipócrita, regalar lo que no tiene?¿amar sin antes amasar amor?¿ayudar al que no conoce?¿conocer lo que no ve, o no toca, aunque sea con la punta de los dedos de la más vaporosa intuición?

Pero, por otra parte, y una vez encendida tu conciencia: ¿Donde acabas y donde empiezas?¿Cual es el límite de lo que te importa? ¿En que lugar del valle clavar la estaca y decir “hasta aquí llega el suelo que piso, lo demás ya no es asunto mío"?

¿Quien podría decir que, incluso la más pequeña parte de lo que ve, o de lo que piensa, o de lo que toca, no forma parte de el o de su mundo? ¿No bastaba acaso con rozar al Cristo la orla de su vestido para quedar limpio? El que toca tu borde, te toca a tí.

Con la huella de lo percibido construimos nuestro universo, nuestro cuerpo y alrededores, el mundo-laberinto de nuestra biografía, la caracola mental que constituye nuestra casa y el fantasma dorado que la habita y al que llamamos por nuestro nombre. Todos están formados de la misma cosa.

Ni tu mente, cuando decide olvidar, puede evitar que aquello que formó parte de ti un solo instante siga para siempre ahí, como un guijarro en tu pared, o una montaña en tu paisaje, o un planeta en tu universo.

El mundo y yo somos uno. No el mundo que tu ves, sino el que yo veo. No allí, sino aquí y en este instante. Eso soy yo, o mejor, ese es mi caballo y mi máquina, esos son mis asuntos, el asiento de mi conciencia. Esa es mi parte en la Creación.

Y mi esperanza es, que cuando este Jardín se convierta en Prisión, pueda explotar como una burbuja. Que la Muerte tenga puertas. Que haya una escalera para bajar al Hombre que está en la Cruz.

Por eso escribo sobre el agua y no en la piedra.

¿Y qué decir de mí? Si pudiera afirmar algo sin mentir, diría que soy Idiota.

martes, octubre 24, 2006

La Torre de los Dioses


Cuando eres consciente de ser aqui y ahora, de existir en este mismo instante, parece que tu, y el mundo que te rodea como un fruto a su semilla creceis en intensidad, en vida. Es indudable, o a mi me lo parece al menos, que la naturaleza del propio instante cambia. Como si hubiera distintos niveles de riqueza en el puro vivir, del mismo modo que hay niveles distintos de riqueza material.

Vives aquí como de visita, como si fueras de viaje, y lo haces en un camarote de primera, de segunda o de tercera clase. Algunos, en el puente de proa, viven intensamente el ancho mar, las costas, las ciudades por las que pasan y todos y cada uno de los detalles del lugar y el tiempo que visitan. Otros, alojados en un cuchitril sin ventanas, casi un guardarropa junto a la cocina, pasan el viaje sumergidos en un largo sueño, inconscientes, soportando el ruido y el humo sin siquiera darse cuenta de lo muy incómodos que van.

Lo curioso es que hay un barco entero para cada uno. Podrías vivir en el camarote de proa, si así lo quisieras. Pero ya naciste dormido en aquel rincón, junto a los cubos de basura y, como ni siquiera percibes la diferencia, ni puedes ni quieres trasladarte de lugar.

Necesitas que ocurra algo en tu vida, algo que te sacuda profundamente, un golpe demoledor en lo más alto de la frente. Algo te llegará como una pérdida irreparable, como una desgracia infinita, y lucharás contra ello hasta que no te queden fuerzas. Llorarás por fín, perdida toda esperanza y entonces... soltarás las manos de aquello que aferras, te entregarás, se te abrirán de par en par las puertas del alma, verás la luz...
Solo al cabo de mucho tiempo comprenderás que fue el más hermoso Ángel quien te vino a visitar, con su rayo y su guadaña, cubierto bajo aquella horrible capucha negra.

(Imagenes de los Tarots de Waite y Africano)

domingo, octubre 22, 2006

Hágase la Luz

Delacroix. Lucha entre Jacob y el Ángel

Hombre: Me equivocaré cien veces, sufriré, vagaré perdido, pero venceré al final. Porque sé que mi instinto es el de la enredadera, que hasta en el sueño de la tierra se dirige hacia la Luz. Es como un loco enamorado, que hasta que no encuentre a su Amada no la dejará de buscar.

Angel: ¿Y si no existe la Luz en parte alguna?

Hombre: Hay Luz, pues la presiento. Si no está fuera es que arde dentro, y el Camino que sigo será la búsqueda de su libertad.

viernes, octubre 20, 2006

Derviches




(Diario de Turquía. 15 de agosto de 2004. domingo)


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Última etapa del día. Nos dirigimos a Nevsehir, en la Capadocia. Allí dormiremos hoy. Esta noche, después de cenar, presenciaremos una ceremonia de los derviches giróvagos...
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Salimos en autobús. Vamos el grupo entero... Todo está oscuro. En la carretera, ni una luz, ni un coche. Creo que estamos atravesando un valle. Es como cruzar un plato hondo lleno de tinta negra. Ni las estrellas se ven.

A la media hora llegamos al sitio. Está en Avanos, un pueblo tan oscuro como el campo de alrededor. Se trata de un espacio subterráneo, una especie de amplio sótano en una construcción baja de las afueras. El lugar es circular, con gradas junto a las paredes para sentarse (cuatro o cinco grandes peldaños) y una especie de tablado circular en el centro. Junto al tablado hay un pequeño espacio cuadrado cubierto con lo que parece ser una piel de cordero o de cabra manchado de rojo sangre (es, según nos explica Suat, nuestro guía turco, el espacio del Devlaná. Días más tarde me enteré que Devlaná era un termino aplicado inicialmente al místico Rumí, el fundador de la orden de los derviches giróvagos). Cuando llegamos está ya casi todo el mundo sentado y en silencio. Me sitúo en la primera fila. El grupo se coloca por detrás y alrededor. Hay tres hombres sentados cerca que llaman la atención por sus trajes, elegantes y sobrios, de corte árabe. Suat nos explica que uno de ellos es un hombre muy respetado, un descendiente directo de Mahoma. “Se trata de un visitante muy especial”, nos dice.

Estoy. Estamos. La Presencia está.

Surgen de la semioscuridad cinco danzantes con túnicas negras y altos gorros cilíndricos. Y un sexto que parece ser la persona de mayor dignidad. Este último se sitúa en el espacio del Devlaná, un lugar “fuera de estas dimensiones”, el “otro mundo”. Han salido también cuatro o cinco músicos, igualmente con túnicas oscuras, que se sitúan a un lado del tablado, en el lugar opuesto al Devlaná. No hay iluminación vertical, toda la claridad proviene de unas candilejas en el suelo del propio tablado, de las que brota una suave luz rojiza.

Uno de los cuatro músicos comienza a recitar el Corán. Impresionante. La voz humana se rompe, se reconstruye, fluye, rasga el aire, acaricia... Siento como si un dedo se apoyara en mi garganta. Noto claramente mi garganta. Los sonidos parecen tocar mis propias cuerdas vocales, como si fueran una guitarra.

Seguidamente comienza la danza. Se oye también una flauta, con sonidos muy dulces, casi parece que tuviera una voz humana. También recuerdo un instrumento de cuerda.
Los danzantes se quitan las túnicas oscuras, enérgicamente, como si hicieran un pase de magia. Cuatro de ellos tienen debajo esa túnica blanca, tradicional de los derviches, que les llega hasta los talones. El quinto, que parece el jefe del grupo, permanece con la túnica oscura o negra.


La flauta suena, vuelven a cantar o recitar. Los derviches giran, al principio despacio, saludándose mutuamente cuando pasan junto al sitio del Devlaná. Al poco, se detienen. Cada uno permanece ya en su lugar y comienza a girar sobre su propio eje, cada vez más rápido, sin desplazarse horizontalmente. Es impresionante. El espacio ha cambiado. Ha habido una invocación, algo instantáneo, como cuando se enciende una luz. Desde entonces permanezco en vilo, irguiéndose mi cuerpo en el asiento, el solo, como si quisiera alzarse en vuelo. Los cuatro danzantes parecen estar en otra parte. La mayoría tienen los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia un lado o hacia atrás. Giran con los brazos en cruz o semiflexionados, una vez y otra. Me doy cuenta, sin embargo, de que el control que tienen sobre su cuerpo es completo. No se si porque han amaestrado a “la máquina” hasta la perfección o porque su atención está repartida. O tal vez por las dos cosas. De vez en cuando, como si se pusieran de acuerdo misteriosamente, comienzan a trasladarse, siempre de derecha a izquierda, y sin dejar de girar sobre si mismos. Nunca observo ni el mínimo titubeo, mareo, oscilación fuera de control. No hay choques, no hay puntapiés a las candilejas del suelo...

Cerca del final, el jefe del grupo comienza a girar también. Hasta entonces solo había permanecido allí como ausente, atravesando de vez en cuando por entre sus compañeros que giraban, y haciendo ruidos extraños con la nariz, como si estuviera constipado, o como si, de vez en cuando, tuviera la necesidad de respirar fuertemente. Sólo ahora, mientras escribo, pienso en si eso podría ser una señal, aunque no lo creo. Al girar, este último danzante, pasa con su pie rozando una de las candilejas. Tiene los ojos cerrados, la cabeza inclinada... Gira una vez y otra, mientras su pie derecho corta el aire docenas de veces a escasos centímetros de la pequeña luz. Nunca llega a tocarla.

No se cuanto dura todo aquello. Según el reloj cuarenta minutos. Al terminar parece que retorna la ley de la gravedad y lo que se mantenía elevado vuelve a caer y a ocupar su sitio en el suelo. Parpadeo.

Todos los participantes se retiran. Se encienden algunas luces en el techo. Salen de nuevo dos danzantes, para dar algunas vueltas más y permitir que los turistas les hagamos algunas fotos. Creo que es un acto de caridad por su parte pues no solo salen, prestándonos su imagen, sino que al girar vuelven a realizar el esfuerzo para trasladarse “a otra parte”, aunque solo durante un breve espacio de tiempo, dos o tres minutos. Luego se van.

Suat nos había dicho que procuraría traer, al final, a alguno de los participantes para que respondiera a nuestras preguntas. Efectivamente, viene con el jefe del grupo de danzantes, el hombre que hacía ruidos extraños al respirar.

La gente del grupo comienza a hacerle preguntas. El hombre habla turco, y Suat traduce tanto las preguntas como las respuestas. La mía es: "¿Donde estais al danzar?". "Lo que quiero decir es: ¿donde tenéis la atención? Porque aparentemente estáis en “otra parte”, pero vuestro control del cuerpo “aqui” es practicamente total ”.

Él me mira durante unos segundos y luego dice que no saben. Es como cuando al despertar del sueño te preguntas “¿dónde he estado?”.

El hombre parece distante, aparentemente frío, pero intuyo que pocas cosas escapan a su atención. Otra persona le pregunta: “¿qué es la muerte para vosotros?” y él responde: “Un regalo de Alá. Nos permite la visión perfecta, ya sin traba alguna, unidos a Alá”. Al poco rato parece que se anima a hablar. Calmadamente nos explica que todo está vivo, puesto que todo se mueve. Hasta el mismo átomo, que gira como los planetas de derecha a izquierda. Ellos, los derviches, hacen lo mismo... Giran como los átomos, como los planetas... retornan a la conciencia del átomo o de la estrella, girando solos en la inmensidad de lo oscuro.

Se despide. Le damos las gracias. Al salir pasamos junto a los tres hombres vestidos elegantemente. Les saludo con una ligera inclinación de cabeza. Ellos hacen lo mismo. La máquina tiene los ojos llenos de lágrimas, está inundada de agradecimiento por todo lo ocurrido. Siento simpatía por ella. Por lo que parece, está experimentando ahora un sentimiento real.

(el dibujo es de Ingrid Schaar)



jueves, octubre 19, 2006

Idiotas y Absortos (I)

Nasrudin, el Idiota


La primera vez que oí la palabra “idiota” debió ser en la escuela elemental, de algún maestro que perdió los nervios conmigo al comprobar que algo, para él indispensable, no merecía en mi opinión ni el esfuerzo de ser recordado. Duro es, para los más viejos, verse ignorados por los niños. Su sueño de inmortalidad se les rompe de pronto, entre las manos.

Luego, mucho tiempo después, rebuscando entre los libros más nombrados y quizás menos leidos del pensamiento occidental, encontré algunos de título más bien sospechoso: “La docta ignorancia” de Nicolás de Cusa y el “Elogio de la Locura” (más que de la locura, de la tontería o de la ociosidad, si hemos de traducir correctamente) de Erasmo de Rotterdam, por citar solo dos ejemplos.


Estos libros apuntaban a cierto tipo de valioso conocimiento que “no coincidía con el oficial”, por decirlo de forma suave. Mas bien parecía tratarse de un saber propio de gente pragmática y simple, reacia a usar latinajos y completamente incapaz de afirmar que lo blanco es negro aunque lo dijera Platón. Esta gente rebelde, tozuda en su sentido común, que solo podia ver lo que hay, aquí y ahora, y no lo que debería haber (en opinión de los expertos), era inútil e incómoda para el pensamiento oficial, es decir, para los que tienen el poder de imponer socialmente sus ideas. Lo único que se podia afirmar públicamente de ellos es lo que dijo aquel maestro de mí: que su opinión no contaba porque... “eran idiotas”.




Mas tarde tropecé con otro libro de Idries Shah. Se trataba de una antología de cuentos sufíes. Al leerlo me enteré de que estos extraños seres, a quienes podríamos denominar los “místicos del Islam”, se dan a sí mismos el nombre de “Idiotas”.

“La palabra, lógicamente, tendrá para ellos un significado muy diferente del que le atribuye la autoridad oficial”- pensé. “Pero ¿cual podrá ser?”

No obstante, y a pesar de mis dudas, por aquella época ya iba teniendo la sospecha de que en el mundo de los hombres solo hay dos grupos principales: los Idiotas y los absortos.


Hace unos cinco años, conocí a un grupo de personas que despertó mi interés. Ellos no eran sufíes del siglo XIII, sino gente viva y normal (en apariencia al menos, porque uno no sabe nunca, en estos tiempos, donde puede aparecer un muerto ambulante o, peor aún, un vampiro). Y, sin embargo, supe con el tiempo que también se atribuían a sí mismos el nombre de “Idiotas”.

“Bueno. Esta es la mía”, pensé. “Se acabaron las especulaciones. Por fín me van a explicar de primera mano lo que significa eso de ser Idiota. Serlo y, aparentemente, disfrutarlo”.

Pero cierta mujer, tan perpleja como yo y con mas urgencias, se me adelantó en la pregunta.

La respuesta de Eric, uno de los Idiotas más concienzudos que he conocido, es muy informativa, y aún puede consultarse, si se desea, en el foro de Bardoworks.

Cuando leimos ese mensaje de Eric, tanto la que hizo la pregunta como yo, tuvimos la certeza de que también éramos Idiotas desde hacía mucho tiempo pero que, imitando las costumbres de los absortos, que no viven en la realidad, no nos habíamos dado cuenta todavía.

Gracias Eric, por la iluminación
.

martes, octubre 17, 2006

El agua enamorada

Masaru Emoto. Música de Mozart en un cristal de agua


Hace poco más de un mes, envié a uno de los foros de Bardoworks, llamado “Lista de Otro Estilo”, el siguiente mensaje:

http://es.groups.yahoo.com/group/ListadeOtroEstilo/message/2660


“Un compañero de trabajo se ha pasado el verano siguiendo las instrucciones de un médico homeópata con lo que, a la vuelta de sus vacaciones, tanto él como su cartera habían adelgazado notablemente.

Resultó que estaba yo por allí, cuando le preguntaron sus sorprendidos vecinos de despacho, y así pude oirle explicar el “secreto”.

Parece ser que el homeópata mezclaba ciertas sustancias en cantidad infinitesimal con grandes volúmenes de agua que luego mi compañero tenía que beber.

"Pero ¿como es posible?", decía él. El agua es neutra y las sustancias intervienen en tan poca cantidad que cada una de sus moléculas se hallará rodeada de millones y millones de moléculas de agua, con lo que su efecto en el organismo será inapreciable. En realidad lo que estoy bebiendo es agua sola.

No, le dijo el médico. Basta un leve contacto con la sustancia para que la estructura cristalina del agua cambie. Luego, aunque la sustancia no esté, o esté en cantidad insuficiente, el agua la recuerda (con toda su estructura) y la busca. Cuando encuentra esa sustancia en el organismo se une a ella y luego, al abandonar el cuerpo se van los dos juntos. Es eso lo que te adelgaza.

”Con toda su estructura (pensé yo), con todo su cuerpo, con toda su alma”... Es la primera vez que oigo hablar del “agua enamorada”, o quizá del agua "que busca Escuela”

Al poco tiempo, Isabel, una amiga en el mismo foro contestó a mi email diciendo que una persona llamada Masaru Emoto había trabajado con el agua y experimentado sobre sus cambios de estructura bajo ciertos estímulos.

Yo respondí a su email, quizá prematuramente puesto que todavía no había investigado sobre Masaru Emoto, con el siguiente:


“¿Sabes Isa, lo que realmente me llamó la atención cuando escuché lo del agua? Fuí consciente de pronto, como si me cayera encima un rayo, de que aparte del Recuerdo de Si, también está el Recuerdo de Ti.

El recuerdo o la búsqueda.

Es la búsqueda de Ti (una especie de anhelo del Yo por convertirse enNosotros) la que parece sostener el Mundo. Todo lo sólido me pareció de pronto como un conjunto de actos de sexoamor cristalizado, actos que se alargaban lo más posible en un intento de eternidad.

Gracias por la referencia a Masaru. Quizá el conoce ya los motivos del agua o, mejor, como preguntar por ellos.

Besos”

Fue poco despues cuando, investigando en la web sobre el trabajo de Masaru, alcancé a ver sus fotografías de los cristales de agua. Quedé asombrado por esas intrincadas y hermosas estructuras. Aparentemente no había dos iguales. Cada gota creaba una obra de arte original. O, tal vez, reproducía en su cuerpo la forma que otro ser, fuerza, o lo que sea, le proporcionaba.

“¿Cuantas gotas de agua hay en esta Tierra? (pensé) ¿Cuantas de estas maravillas caben en este vasito de agua que estoy a punto de beber?”

Nadie contestó ya a mi segundo mensaje. Comprendí que, para quien no hubiera experimentado ese largo escalofrío, ese profundo asombro que viví yo, mis palabras podían parecer pueriles y tontas. Tontas y pueriles pues pretendían explicar un fenómeno que todo el mundo creía entender ya...

Pero no lo entendían, podría jurar que la mayoría de ellos no sabía en absoluto de lo que yo estaba hablando. Al fin y al cabo, a mi me había costado unos cincuenta años poderlo experimentar. Y ahora que lo había hecho, cuando quería explicarlo, mis palabras no eran diferentes de cuando hablaba de lo que no sabía.

Creo que desde entonces entiendo un poco mejor lo que significa ser un Idiota.

domingo, octubre 15, 2006

Se que estoy buscando algo

Oración por los Viajeros Desconocidos . Roerich



Plegaria del Santo Vagabundo


Sé que estoy buscando algo,

pero no sé lo que es.


Solo espero poder reconocerlo,

cuando lo encuentre.


(E.J. Gold. Charlas del Mes)

sábado, octubre 14, 2006

Recuerda

"Recuerda". Roerich


Me pregunto si las almas tienen manos. Manos para tocar lo que no vemos. Manos para acariciar, para abrazar lo que está fuera del alcance. O para empujar mas allá lo que aún no está bastante lejos.

Me pregunto si es posible echar de menos sin que lo noten, amar sin que les llegue el beso, estar triste por ellos sin que nuestras lágrimas les salpiquen.
Y me respondo que no, que no es posible.
Tengo miedo de odiar, porque se que mi rabia les alcanzará como un cuchillo.

¿Y cuando estaba enamorado? ¿en torno a qué o a quien vivió mi espíritu abrazado dia tras día, año tras año? ¿Que era esa Presencia, desgarrada y dulce a un tiempo, a la que yo llamaba con nombres de mujer?

Me pregunto, me pregunto. Me pregunto si las preguntas siempre nacen de olvidar que ya fueron respondidas.

viernes, octubre 13, 2006

"Yo soy aquí"

"Caminante en un mar de niebla". Friedrich

(Ejercicio nº 1)

“Yo estoy aquí”
No, no... no me suena bien. Algo debe estar mal escrito. No puedo imaginarme a “yo” separado de “aquí”. Yo no estoy, sino que, más bien, soy. Yo soy aqui.

“Yo soy aquí”.

Si, eso está mejor. Yo soy aqui. “Aquí” es espacio. E
stá vivo y se da cuenta. “Este espacio soy yo”.

Suena mejor, pero... tampoco. No soy lo que ocurre, ni el espacio, sino más bien la conciencia de que las cosas ocurren. Eso es. Yo soy la conciencia de este aquí y este ahora.

Soy la conciencia, si... soy el testigo del ocurrir de las cosas.

El Testigo.... ¡guaaauuu! .... Soy el Testigo.

Pero... mmm, casi nunca estoy aquí y ahora, viendo lo que realmente le pasa a este cuerpo-barco y al mundo-océano que se mueve alrededor, sino dormido allá dentro, sobre una nube lejana, tumbado en la hierba roja, en mitad del campo de mis sueños.

Bueno, pues, siendo así no puedo ser el testigo o al menos, no siempre. Seré, más bien, el soñador de todas las cosas.

Soñador de los Mundos....¡caray!

No, no, no. Es una idea bastante bonita pero... en realidad tampoco soy eso.

No soy eso, no soy eso, no soy eso...

¿Que demonios soy?

¿Que quedará de “mí” cuando por la mente haya pasado el último de la fila interminable de los noes?

jueves, octubre 12, 2006

Nacemos caminando



Por la ventana del capitán, una extensión redonda abierta al mar y al aire, solo se alcanza a ver una masa de azul lívido, como si en el aire invisible se hubieran fundido la luz y la neblina y, abajo, el mar se mezclase con ellos en un solo abrazo. La costa, que ya se aleja, es un girón de niebla de un azul más oscuro.

Me acerco aún más a la ventana. El mundo de ahí fuera ¿es real? ¿acaso hay alguien ahí? ¿puede haber alguien?


“Recuerda, corazón: este viaje empezó cuando supiste que hay Dios, y que no es humano”

Todo alrededor es una neblina luminosa, o una luz que se derrama atenuada, como si atravesara un velo de gasa azul.

No se si soy yo el capitan, que ahora inicia el diario de un viaje del que no se vuelve, o soy el soplo consciente de algo demasiado tenue como para ser nombrado, que ahora paso sobre estas hojas dando vida a palabras que fueron escritas por otro. Pero ¿que importa eso? ¿Acaso existen las cosas cuando yo no las miro?