domingo, octubre 29, 2006

Idiotas y Absortos (III)

" Sueño de una noche de verano". Hughes


Si en una primera época se identificaba al Idiota con la persona ocupada solo en sus propios asuntos, más tarde, según nos explica Eric en su mensaje al foro (ver "Idiotas y Absortos I"), comenzó a aplicarse a la palabra el sentido peyorativo que tiene actualmente, es decir, “persona con sus capacidades mentales disminuidas”, “tonto”, “simple”.

Una frase muy conocida, que nos llega desde remotos tiempos dice así:


“Los tontos (idiotas) y los niños dicen siempre la verdad”.


¿Por que “los tontos y los niños”? ¿Por qué no: “los sinceros y los niños dicen siempre la verdad?” Probablemente porque la verdad a la que se refiere la frase tiene dos caracteristicas:

-por una parte se relaciona con algo evidente para todos (algo que hasta los niños pueden ver). Y por otra,

- no conviene expresarla publicamente. O sea, existe entre los “adultos” algo así como una convención tácita para no mencionarla.

En resumen, todos pueden ver la verdad, pero solo los “simples” (los tontos y los niños) se atreven a expresarla, precisamente porque, en su simplicidad, no han elaborado los mecanismos de inhibición que demanda la convivencia social organizada.

El problema con estas convenciones, sin embargo, es que se trata de “mecanismos”, es decir, de programas de funcionamiento automático.

Al poco de abandonar la infancia el adulto, ya educado, incorpora esas convenciones a su comportamiento y, con el tiempo, ya no solo elude expresar ciertas verdades evidentes sino, incluso, reconocerlas cuando las ve. Se evitan así ciertas incómodas incongruencias de la propia personalidad y muchos quebraderos de cabeza a la hora de demostrar lo que nadie discute salvo los niños y los tontos, es decir, que todos nosotros somos perfectos.

Así que, al final, y en lo que se refiere a las verdades básicas y “evidentes”, los niños y los tontos no solo “dicen la verdad” sino que, además, son ya los únicos que pueden reconocerlas cuando las ven.

El adulto normal ha perdido la capacidad de darse cuenta de lo evidente.

Se dice en los Evangelios,

“el que no se haga de nuevo un Niño no podrá entrar en el Reino de los Cielos”.

Yo añadiría,

“y el que no se vuelva un Idiota no será capaz siquiera de entrar en este”.

sábado, octubre 28, 2006

Idiotas y Absortos (II)




Aprendí, pues, que el Idiota se ocupa solo y exclusivamente de sus propios asuntos. Y lo aprendí bien, me parece, pues a mi mente, tan rígida siempre en sus certezas, ese comportamiento no le pareció egoista, sino muy natural.

¿Quien puede pretender, salvo el muy tonto o el hipócrita, regalar lo que no tiene?¿amar sin antes amasar amor?¿ayudar al que no conoce?¿conocer lo que no ve, o no toca, aunque sea con la punta de los dedos de la más vaporosa intuición?

Pero, por otra parte, y una vez encendida tu conciencia: ¿Donde acabas y donde empiezas?¿Cual es el límite de lo que te importa? ¿En que lugar del valle clavar la estaca y decir “hasta aquí llega el suelo que piso, lo demás ya no es asunto mío"?

¿Quien podría decir que, incluso la más pequeña parte de lo que ve, o de lo que piensa, o de lo que toca, no forma parte de el o de su mundo? ¿No bastaba acaso con rozar al Cristo la orla de su vestido para quedar limpio? El que toca tu borde, te toca a tí.

Con la huella de lo percibido construimos nuestro universo, nuestro cuerpo y alrededores, el mundo-laberinto de nuestra biografía, la caracola mental que constituye nuestra casa y el fantasma dorado que la habita y al que llamamos por nuestro nombre. Todos están formados de la misma cosa.

Ni tu mente, cuando decide olvidar, puede evitar que aquello que formó parte de ti un solo instante siga para siempre ahí, como un guijarro en tu pared, o una montaña en tu paisaje, o un planeta en tu universo.

El mundo y yo somos uno. No el mundo que tu ves, sino el que yo veo. No allí, sino aquí y en este instante. Eso soy yo, o mejor, ese es mi caballo y mi máquina, esos son mis asuntos, el asiento de mi conciencia. Esa es mi parte en la Creación.

Y mi esperanza es, que cuando este Jardín se convierta en Prisión, pueda explotar como una burbuja. Que la Muerte tenga puertas. Que haya una escalera para bajar al Hombre que está en la Cruz.

Por eso escribo sobre el agua y no en la piedra.

¿Y qué decir de mí? Si pudiera afirmar algo sin mentir, diría que soy Idiota.

martes, octubre 24, 2006

La Torre de los Dioses


Cuando eres consciente de ser aqui y ahora, de existir en este mismo instante, parece que tu, y el mundo que te rodea como un fruto a su semilla creceis en intensidad, en vida. Es indudable, o a mi me lo parece al menos, que la naturaleza del propio instante cambia. Como si hubiera distintos niveles de riqueza en el puro vivir, del mismo modo que hay niveles distintos de riqueza material.

Vives aquí como de visita, como si fueras de viaje, y lo haces en un camarote de primera, de segunda o de tercera clase. Algunos, en el puente de proa, viven intensamente el ancho mar, las costas, las ciudades por las que pasan y todos y cada uno de los detalles del lugar y el tiempo que visitan. Otros, alojados en un cuchitril sin ventanas, casi un guardarropa junto a la cocina, pasan el viaje sumergidos en un largo sueño, inconscientes, soportando el ruido y el humo sin siquiera darse cuenta de lo muy incómodos que van.

Lo curioso es que hay un barco entero para cada uno. Podrías vivir en el camarote de proa, si así lo quisieras. Pero ya naciste dormido en aquel rincón, junto a los cubos de basura y, como ni siquiera percibes la diferencia, ni puedes ni quieres trasladarte de lugar.

Necesitas que ocurra algo en tu vida, algo que te sacuda profundamente, un golpe demoledor en lo más alto de la frente. Algo te llegará como una pérdida irreparable, como una desgracia infinita, y lucharás contra ello hasta que no te queden fuerzas. Llorarás por fín, perdida toda esperanza y entonces... soltarás las manos de aquello que aferras, te entregarás, se te abrirán de par en par las puertas del alma, verás la luz...
Solo al cabo de mucho tiempo comprenderás que fue el más hermoso Ángel quien te vino a visitar, con su rayo y su guadaña, cubierto bajo aquella horrible capucha negra.

(Imagenes de los Tarots de Waite y Africano)

domingo, octubre 22, 2006

Hágase la Luz

Delacroix. Lucha entre Jacob y el Ángel

Hombre: Me equivocaré cien veces, sufriré, vagaré perdido, pero venceré al final. Porque sé que mi instinto es el de la enredadera, que hasta en el sueño de la tierra se dirige hacia la Luz. Es como un loco enamorado, que hasta que no encuentre a su Amada no la dejará de buscar.

Angel: ¿Y si no existe la Luz en parte alguna?

Hombre: Hay Luz, pues la presiento. Si no está fuera es que arde dentro, y el Camino que sigo será la búsqueda de su libertad.

viernes, octubre 20, 2006

Derviches




(Diario de Turquía. 15 de agosto de 2004. domingo)


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Última etapa del día. Nos dirigimos a Nevsehir, en la Capadocia. Allí dormiremos hoy. Esta noche, después de cenar, presenciaremos una ceremonia de los derviches giróvagos...
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Salimos en autobús. Vamos el grupo entero... Todo está oscuro. En la carretera, ni una luz, ni un coche. Creo que estamos atravesando un valle. Es como cruzar un plato hondo lleno de tinta negra. Ni las estrellas se ven.

A la media hora llegamos al sitio. Está en Avanos, un pueblo tan oscuro como el campo de alrededor. Se trata de un espacio subterráneo, una especie de amplio sótano en una construcción baja de las afueras. El lugar es circular, con gradas junto a las paredes para sentarse (cuatro o cinco grandes peldaños) y una especie de tablado circular en el centro. Junto al tablado hay un pequeño espacio cuadrado cubierto con lo que parece ser una piel de cordero o de cabra manchado de rojo sangre (es, según nos explica Suat, nuestro guía turco, el espacio del Devlaná. Días más tarde me enteré que Devlaná era un termino aplicado inicialmente al místico Rumí, el fundador de la orden de los derviches giróvagos). Cuando llegamos está ya casi todo el mundo sentado y en silencio. Me sitúo en la primera fila. El grupo se coloca por detrás y alrededor. Hay tres hombres sentados cerca que llaman la atención por sus trajes, elegantes y sobrios, de corte árabe. Suat nos explica que uno de ellos es un hombre muy respetado, un descendiente directo de Mahoma. “Se trata de un visitante muy especial”, nos dice.

Estoy. Estamos. La Presencia está.

Surgen de la semioscuridad cinco danzantes con túnicas negras y altos gorros cilíndricos. Y un sexto que parece ser la persona de mayor dignidad. Este último se sitúa en el espacio del Devlaná, un lugar “fuera de estas dimensiones”, el “otro mundo”. Han salido también cuatro o cinco músicos, igualmente con túnicas oscuras, que se sitúan a un lado del tablado, en el lugar opuesto al Devlaná. No hay iluminación vertical, toda la claridad proviene de unas candilejas en el suelo del propio tablado, de las que brota una suave luz rojiza.

Uno de los cuatro músicos comienza a recitar el Corán. Impresionante. La voz humana se rompe, se reconstruye, fluye, rasga el aire, acaricia... Siento como si un dedo se apoyara en mi garganta. Noto claramente mi garganta. Los sonidos parecen tocar mis propias cuerdas vocales, como si fueran una guitarra.

Seguidamente comienza la danza. Se oye también una flauta, con sonidos muy dulces, casi parece que tuviera una voz humana. También recuerdo un instrumento de cuerda.
Los danzantes se quitan las túnicas oscuras, enérgicamente, como si hicieran un pase de magia. Cuatro de ellos tienen debajo esa túnica blanca, tradicional de los derviches, que les llega hasta los talones. El quinto, que parece el jefe del grupo, permanece con la túnica oscura o negra.


La flauta suena, vuelven a cantar o recitar. Los derviches giran, al principio despacio, saludándose mutuamente cuando pasan junto al sitio del Devlaná. Al poco, se detienen. Cada uno permanece ya en su lugar y comienza a girar sobre su propio eje, cada vez más rápido, sin desplazarse horizontalmente. Es impresionante. El espacio ha cambiado. Ha habido una invocación, algo instantáneo, como cuando se enciende una luz. Desde entonces permanezco en vilo, irguiéndose mi cuerpo en el asiento, el solo, como si quisiera alzarse en vuelo. Los cuatro danzantes parecen estar en otra parte. La mayoría tienen los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia un lado o hacia atrás. Giran con los brazos en cruz o semiflexionados, una vez y otra. Me doy cuenta, sin embargo, de que el control que tienen sobre su cuerpo es completo. No se si porque han amaestrado a “la máquina” hasta la perfección o porque su atención está repartida. O tal vez por las dos cosas. De vez en cuando, como si se pusieran de acuerdo misteriosamente, comienzan a trasladarse, siempre de derecha a izquierda, y sin dejar de girar sobre si mismos. Nunca observo ni el mínimo titubeo, mareo, oscilación fuera de control. No hay choques, no hay puntapiés a las candilejas del suelo...

Cerca del final, el jefe del grupo comienza a girar también. Hasta entonces solo había permanecido allí como ausente, atravesando de vez en cuando por entre sus compañeros que giraban, y haciendo ruidos extraños con la nariz, como si estuviera constipado, o como si, de vez en cuando, tuviera la necesidad de respirar fuertemente. Sólo ahora, mientras escribo, pienso en si eso podría ser una señal, aunque no lo creo. Al girar, este último danzante, pasa con su pie rozando una de las candilejas. Tiene los ojos cerrados, la cabeza inclinada... Gira una vez y otra, mientras su pie derecho corta el aire docenas de veces a escasos centímetros de la pequeña luz. Nunca llega a tocarla.

No se cuanto dura todo aquello. Según el reloj cuarenta minutos. Al terminar parece que retorna la ley de la gravedad y lo que se mantenía elevado vuelve a caer y a ocupar su sitio en el suelo. Parpadeo.

Todos los participantes se retiran. Se encienden algunas luces en el techo. Salen de nuevo dos danzantes, para dar algunas vueltas más y permitir que los turistas les hagamos algunas fotos. Creo que es un acto de caridad por su parte pues no solo salen, prestándonos su imagen, sino que al girar vuelven a realizar el esfuerzo para trasladarse “a otra parte”, aunque solo durante un breve espacio de tiempo, dos o tres minutos. Luego se van.

Suat nos había dicho que procuraría traer, al final, a alguno de los participantes para que respondiera a nuestras preguntas. Efectivamente, viene con el jefe del grupo de danzantes, el hombre que hacía ruidos extraños al respirar.

La gente del grupo comienza a hacerle preguntas. El hombre habla turco, y Suat traduce tanto las preguntas como las respuestas. La mía es: "¿Donde estais al danzar?". "Lo que quiero decir es: ¿donde tenéis la atención? Porque aparentemente estáis en “otra parte”, pero vuestro control del cuerpo “aqui” es practicamente total ”.

Él me mira durante unos segundos y luego dice que no saben. Es como cuando al despertar del sueño te preguntas “¿dónde he estado?”.

El hombre parece distante, aparentemente frío, pero intuyo que pocas cosas escapan a su atención. Otra persona le pregunta: “¿qué es la muerte para vosotros?” y él responde: “Un regalo de Alá. Nos permite la visión perfecta, ya sin traba alguna, unidos a Alá”. Al poco rato parece que se anima a hablar. Calmadamente nos explica que todo está vivo, puesto que todo se mueve. Hasta el mismo átomo, que gira como los planetas de derecha a izquierda. Ellos, los derviches, hacen lo mismo... Giran como los átomos, como los planetas... retornan a la conciencia del átomo o de la estrella, girando solos en la inmensidad de lo oscuro.

Se despide. Le damos las gracias. Al salir pasamos junto a los tres hombres vestidos elegantemente. Les saludo con una ligera inclinación de cabeza. Ellos hacen lo mismo. La máquina tiene los ojos llenos de lágrimas, está inundada de agradecimiento por todo lo ocurrido. Siento simpatía por ella. Por lo que parece, está experimentando ahora un sentimiento real.

(el dibujo es de Ingrid Schaar)



jueves, octubre 19, 2006

Idiotas y Absortos (I)

Nasrudin, el Idiota


La primera vez que oí la palabra “idiota” debió ser en la escuela elemental, de algún maestro que perdió los nervios conmigo al comprobar que algo, para él indispensable, no merecía en mi opinión ni el esfuerzo de ser recordado. Duro es, para los más viejos, verse ignorados por los niños. Su sueño de inmortalidad se les rompe de pronto, entre las manos.

Luego, mucho tiempo después, rebuscando entre los libros más nombrados y quizás menos leidos del pensamiento occidental, encontré algunos de título más bien sospechoso: “La docta ignorancia” de Nicolás de Cusa y el “Elogio de la Locura” (más que de la locura, de la tontería o de la ociosidad, si hemos de traducir correctamente) de Erasmo de Rotterdam, por citar solo dos ejemplos.


Estos libros apuntaban a cierto tipo de valioso conocimiento que “no coincidía con el oficial”, por decirlo de forma suave. Mas bien parecía tratarse de un saber propio de gente pragmática y simple, reacia a usar latinajos y completamente incapaz de afirmar que lo blanco es negro aunque lo dijera Platón. Esta gente rebelde, tozuda en su sentido común, que solo podia ver lo que hay, aquí y ahora, y no lo que debería haber (en opinión de los expertos), era inútil e incómoda para el pensamiento oficial, es decir, para los que tienen el poder de imponer socialmente sus ideas. Lo único que se podia afirmar públicamente de ellos es lo que dijo aquel maestro de mí: que su opinión no contaba porque... “eran idiotas”.




Mas tarde tropecé con otro libro de Idries Shah. Se trataba de una antología de cuentos sufíes. Al leerlo me enteré de que estos extraños seres, a quienes podríamos denominar los “místicos del Islam”, se dan a sí mismos el nombre de “Idiotas”.

“La palabra, lógicamente, tendrá para ellos un significado muy diferente del que le atribuye la autoridad oficial”- pensé. “Pero ¿cual podrá ser?”

No obstante, y a pesar de mis dudas, por aquella época ya iba teniendo la sospecha de que en el mundo de los hombres solo hay dos grupos principales: los Idiotas y los absortos.


Hace unos cinco años, conocí a un grupo de personas que despertó mi interés. Ellos no eran sufíes del siglo XIII, sino gente viva y normal (en apariencia al menos, porque uno no sabe nunca, en estos tiempos, donde puede aparecer un muerto ambulante o, peor aún, un vampiro). Y, sin embargo, supe con el tiempo que también se atribuían a sí mismos el nombre de “Idiotas”.

“Bueno. Esta es la mía”, pensé. “Se acabaron las especulaciones. Por fín me van a explicar de primera mano lo que significa eso de ser Idiota. Serlo y, aparentemente, disfrutarlo”.

Pero cierta mujer, tan perpleja como yo y con mas urgencias, se me adelantó en la pregunta.

La respuesta de Eric, uno de los Idiotas más concienzudos que he conocido, es muy informativa, y aún puede consultarse, si se desea, en el foro de Bardoworks.

Cuando leimos ese mensaje de Eric, tanto la que hizo la pregunta como yo, tuvimos la certeza de que también éramos Idiotas desde hacía mucho tiempo pero que, imitando las costumbres de los absortos, que no viven en la realidad, no nos habíamos dado cuenta todavía.

Gracias Eric, por la iluminación
.

martes, octubre 17, 2006

El agua enamorada

Masaru Emoto. Música de Mozart en un cristal de agua


Hace poco más de un mes, envié a uno de los foros de Bardoworks, llamado “Lista de Otro Estilo”, el siguiente mensaje:

http://es.groups.yahoo.com/group/ListadeOtroEstilo/message/2660


“Un compañero de trabajo se ha pasado el verano siguiendo las instrucciones de un médico homeópata con lo que, a la vuelta de sus vacaciones, tanto él como su cartera habían adelgazado notablemente.

Resultó que estaba yo por allí, cuando le preguntaron sus sorprendidos vecinos de despacho, y así pude oirle explicar el “secreto”.

Parece ser que el homeópata mezclaba ciertas sustancias en cantidad infinitesimal con grandes volúmenes de agua que luego mi compañero tenía que beber.

"Pero ¿como es posible?", decía él. El agua es neutra y las sustancias intervienen en tan poca cantidad que cada una de sus moléculas se hallará rodeada de millones y millones de moléculas de agua, con lo que su efecto en el organismo será inapreciable. En realidad lo que estoy bebiendo es agua sola.

No, le dijo el médico. Basta un leve contacto con la sustancia para que la estructura cristalina del agua cambie. Luego, aunque la sustancia no esté, o esté en cantidad insuficiente, el agua la recuerda (con toda su estructura) y la busca. Cuando encuentra esa sustancia en el organismo se une a ella y luego, al abandonar el cuerpo se van los dos juntos. Es eso lo que te adelgaza.

”Con toda su estructura (pensé yo), con todo su cuerpo, con toda su alma”... Es la primera vez que oigo hablar del “agua enamorada”, o quizá del agua "que busca Escuela”

Al poco tiempo, Isabel, una amiga en el mismo foro contestó a mi email diciendo que una persona llamada Masaru Emoto había trabajado con el agua y experimentado sobre sus cambios de estructura bajo ciertos estímulos.

Yo respondí a su email, quizá prematuramente puesto que todavía no había investigado sobre Masaru Emoto, con el siguiente:


“¿Sabes Isa, lo que realmente me llamó la atención cuando escuché lo del agua? Fuí consciente de pronto, como si me cayera encima un rayo, de que aparte del Recuerdo de Si, también está el Recuerdo de Ti.

El recuerdo o la búsqueda.

Es la búsqueda de Ti (una especie de anhelo del Yo por convertirse enNosotros) la que parece sostener el Mundo. Todo lo sólido me pareció de pronto como un conjunto de actos de sexoamor cristalizado, actos que se alargaban lo más posible en un intento de eternidad.

Gracias por la referencia a Masaru. Quizá el conoce ya los motivos del agua o, mejor, como preguntar por ellos.

Besos”

Fue poco despues cuando, investigando en la web sobre el trabajo de Masaru, alcancé a ver sus fotografías de los cristales de agua. Quedé asombrado por esas intrincadas y hermosas estructuras. Aparentemente no había dos iguales. Cada gota creaba una obra de arte original. O, tal vez, reproducía en su cuerpo la forma que otro ser, fuerza, o lo que sea, le proporcionaba.

“¿Cuantas gotas de agua hay en esta Tierra? (pensé) ¿Cuantas de estas maravillas caben en este vasito de agua que estoy a punto de beber?”

Nadie contestó ya a mi segundo mensaje. Comprendí que, para quien no hubiera experimentado ese largo escalofrío, ese profundo asombro que viví yo, mis palabras podían parecer pueriles y tontas. Tontas y pueriles pues pretendían explicar un fenómeno que todo el mundo creía entender ya...

Pero no lo entendían, podría jurar que la mayoría de ellos no sabía en absoluto de lo que yo estaba hablando. Al fin y al cabo, a mi me había costado unos cincuenta años poderlo experimentar. Y ahora que lo había hecho, cuando quería explicarlo, mis palabras no eran diferentes de cuando hablaba de lo que no sabía.

Creo que desde entonces entiendo un poco mejor lo que significa ser un Idiota.

domingo, octubre 15, 2006

Se que estoy buscando algo

Oración por los Viajeros Desconocidos . Roerich



Plegaria del Santo Vagabundo


Sé que estoy buscando algo,

pero no sé lo que es.


Solo espero poder reconocerlo,

cuando lo encuentre.


(E.J. Gold. Charlas del Mes)

sábado, octubre 14, 2006

Recuerda

"Recuerda". Roerich


Me pregunto si las almas tienen manos. Manos para tocar lo que no vemos. Manos para acariciar, para abrazar lo que está fuera del alcance. O para empujar mas allá lo que aún no está bastante lejos.

Me pregunto si es posible echar de menos sin que lo noten, amar sin que les llegue el beso, estar triste por ellos sin que nuestras lágrimas les salpiquen.
Y me respondo que no, que no es posible.
Tengo miedo de odiar, porque se que mi rabia les alcanzará como un cuchillo.

¿Y cuando estaba enamorado? ¿en torno a qué o a quien vivió mi espíritu abrazado dia tras día, año tras año? ¿Que era esa Presencia, desgarrada y dulce a un tiempo, a la que yo llamaba con nombres de mujer?

Me pregunto, me pregunto. Me pregunto si las preguntas siempre nacen de olvidar que ya fueron respondidas.

viernes, octubre 13, 2006

"Yo soy aquí"

"Caminante en un mar de niebla". Friedrich

(Ejercicio nº 1)

“Yo estoy aquí”
No, no... no me suena bien. Algo debe estar mal escrito. No puedo imaginarme a “yo” separado de “aquí”. Yo no estoy, sino que, más bien, soy. Yo soy aqui.

“Yo soy aquí”.

Si, eso está mejor. Yo soy aqui. “Aquí” es espacio. E
stá vivo y se da cuenta. “Este espacio soy yo”.

Suena mejor, pero... tampoco. No soy lo que ocurre, ni el espacio, sino más bien la conciencia de que las cosas ocurren. Eso es. Yo soy la conciencia de este aquí y este ahora.

Soy la conciencia, si... soy el testigo del ocurrir de las cosas.

El Testigo.... ¡guaaauuu! .... Soy el Testigo.

Pero... mmm, casi nunca estoy aquí y ahora, viendo lo que realmente le pasa a este cuerpo-barco y al mundo-océano que se mueve alrededor, sino dormido allá dentro, sobre una nube lejana, tumbado en la hierba roja, en mitad del campo de mis sueños.

Bueno, pues, siendo así no puedo ser el testigo o al menos, no siempre. Seré, más bien, el soñador de todas las cosas.

Soñador de los Mundos....¡caray!

No, no, no. Es una idea bastante bonita pero... en realidad tampoco soy eso.

No soy eso, no soy eso, no soy eso...

¿Que demonios soy?

¿Que quedará de “mí” cuando por la mente haya pasado el último de la fila interminable de los noes?

jueves, octubre 12, 2006

Nacemos caminando



Por la ventana del capitán, una extensión redonda abierta al mar y al aire, solo se alcanza a ver una masa de azul lívido, como si en el aire invisible se hubieran fundido la luz y la neblina y, abajo, el mar se mezclase con ellos en un solo abrazo. La costa, que ya se aleja, es un girón de niebla de un azul más oscuro.

Me acerco aún más a la ventana. El mundo de ahí fuera ¿es real? ¿acaso hay alguien ahí? ¿puede haber alguien?


“Recuerda, corazón: este viaje empezó cuando supiste que hay Dios, y que no es humano”

Todo alrededor es una neblina luminosa, o una luz que se derrama atenuada, como si atravesara un velo de gasa azul.

No se si soy yo el capitan, que ahora inicia el diario de un viaje del que no se vuelve, o soy el soplo consciente de algo demasiado tenue como para ser nombrado, que ahora paso sobre estas hojas dando vida a palabras que fueron escritas por otro. Pero ¿que importa eso? ¿Acaso existen las cosas cuando yo no las miro?