martes, mayo 29, 2007

Besos de Hada

Paisaje en Riessengebirge. Friedrich

¡Que extraño sueño!

Estaba solo, frente a un valle, oyendo como caía mi propia voz sobre la falda del monte, a lo lejos, y rebotaba de nuevo hacia mi convertida en eco.

Estaba sentado en lo alto de una cuesta, sobre una gran piedra redonda y gris, fría y viva como un dinosaurio. Mis palabras levantaban el vuelo sobre los árboles, cruzaban el vacío, besaban el monte hembra y volvían a mí, perfumadas, como si con el beso se hubieran vuelto más sólidas. Iban y venían sobre el pueblo silencioso, allá abajo, formando sobre los tejados de las casas diminutos remolinos de polvo; pasaban como el aire sobre el rostro de la gente en sueños, sin dejar allí huella alguna, como nubes que cruzaran el cielo sin ser notadas. En lo alto, entre chispas de oro, se cernía la redonda mirada de gato, perezosa y atenta, del sol.

La voz que se iba volvía envuelta en un aliento de hadas, misteriosos seres de bruma que viven del otro lado, en el corazón de los árboles sobre la lejana ladera. Volvía crecida y sabia, como esa hija en la que un día descubre uno, mudo de asombro, que los años pasan. Volvía mi voz fragante y nueva, mía y del hada, como vuelve la saliva desde el borde de los labios al terminarse un beso.

Las palabras que se van, y las que vuelven, parecen las mismas y no lo son. Cuando las ves marcharse crees entenderlas, pero no es verdad. Tienen que volver con el beso de las hadas, antes de que puedas comprenderlas.

¡Que extraño sueño! Al despertar había un perfume nuevo en la habitación. Quizá era sándalo. Y una presencia, como si alguien que estaba allí hasta ese instante acabara de partir. Tal vez mi alma
.

sábado, mayo 26, 2007

Coste de Oportunidad

El Mago. Tarot de A.Crowley

Hay un concepto en economía, frecuentemente olvidado, al que se denomina: “Coste de Oportunidad”.

Cuando actuamos como economistas, o sea cuando nos hacemos verdaderamente conscientes de que en este mundo la escasez y la necesidad existen, comprendemos enseguida que todo tiene un coste. Cualquier cosa que obtenemos de la vida supone un esfuerzo, o nos pide una compensación. Incluso el regalo más desinteresado que nos hacen exige algún sacrificio de nosotros.

Alguien explicaba esta cuestión con un ejemplo, que podríamos resumir así:

“ser invitado a comer nunca te sale gratis”.

Quizá el obsequio no te costará dinero, pero probablemente se espera de ti que correspondas en el futuro con algún favor o, al menos, que mientras la invitación dure escuches con paciencia algo que desean contarte. Y aunque tampoco fuera así, aunque la comida fuera en verdad completamente desinteresada, asistir a ella te costará una parte de tu tiempo.

Sin embargo, el tiempo no puede guardarse, y en cualquier caso se perderá. Si no se usa en esa comida se gastará igualmente. ¿Cual es el coste entonces?

Y aquí es donde entra de veras el "coste de oportunidad": efectivamente, el tiempo se perderá, pero se perderá también cualquier otra cosa que podrías haber hecho con él, si no hubieras asistido a esa comida.

Siempre hay varias posibilidades de ocupar tu dinero, tu energía y, en cualquier caso, tu tiempo y tu vida. Algunas de ellas las ves y otras no puedes verlas aun. Elegirás en cada momento (o elegirán por tí), una de esas posibilidades y perderás para siempre todas las demás (desengáñate, no habrá una segunda oportunidad; las cosas en otro momento nunca serán las mismas, lo que pierdes lo pierdes).

"El coste de oportunidad de lo que haces
es la mejor oportunidad perdida por hacerlo"

Busca entre todas las posibilidades que tenías la que más te duele haber perdido...¡ese es tu coste de oportunidad! Eso es lo que te costó “la comida”.

Ahora traga saliva y decide, si puedes, en que vas a emplear el resto de tu vida.

sábado, mayo 12, 2007

Preguntas del despertar (II)

"No me dejes caer. Llévame a Lothorien". Petal J.Roberts
(Gandalf sobre el Gran Águila)

II

Esa pregunta a la que me refiero, formulada desde dos ángulos diferentes, fue: “¿sigues confundiendo lo que eres y lo que te sucede?”,”¿ tu biografía y tu sois aún la misma cosa?”

Lo que quería decirme a mi mismo era: ¿sigues pensando que eres tu quien hace las cosas, y que mereces por tanto, premios y castigos?. ¡Amigo!¡no eres nada!. Transitas en una máquina, un robot profundamente programado que se creó para ayudar a mantener funcionando todo ese enorme tinglado de ahí fuera. Estás en una máquina de mantenimiento, tío. ¡Dios sabe cómo y por qué te caíste ahí dentro!

Esa máquina no eres tú, aunque te hayas apropiado de su nombre durante todo este tiempo. No eres tú, pero quizá podría ser una parte de tu Trabajo.

La máquina en la que vives hará lo que tenga que hacer. Y lo hará contigo o sin tí, con tu atención o sin ella Tiene un cuerpo al que alimenta y cuida cada día, para alargar su funcionamiento lo más posible. Se fabricó además una programación compleja, a la que llama “ego”, con trozos de su experiencia y con lo que fue escuchando de padres, maestros, amigos. Ahora es autosuficiente y tu, como una chispa de conciencia, vives ahí dentro, soportando a esa máquina y su comportamiento, creyendo que mandas en ella. Pero no mandas. Si fumas, o bebes, o tienes cualquier otro profundo hábito que no deseas, y dices: “¡no lo haré más!”, la máquina se reirá en tu cara.

Solo conseguirás vencer, si es que vences, después de una terrible lucha.

III

No mandas. Eres solo un pasajero sentado en el asiento de atrás de un coche que no conduces. El que lleva el volante no es mal tío, ni bueno, es un fantasma normalito, de los del montón. Pero también es duro de oído y aún no reconoce tu voz. Tendrás que gritar más fuerte si es que quieres que te haga caso.

De pronto un día te descubres, descubres al robot, siendo cruel, y mezquino, y torpe con algún otro al que decías querer. Y ves el dolor que causa esa máquina fuera y dentro de tí mismo. Y sientes algo así como cuando por descuido se te escapa el perro y, en su terror animal, muerde hasta la sangre al inocente que está más próximo. No has sido tú, ya lo se, pero eres responsable, en parte, de los dos dolores: del dolor que muerde y del dolor mordido. Y entonces encuentras el motivo y la fuerza para gritar al fantasma e ir convirtiéndole, poco a poco, en un oído fino a la razón ilógica, en una mano dócil para el amor despiadado.

Quizá haya una posibilidad, tal vez la haya, de que algún día ese volante puedas conducirlo tu.

Otra forma de hacer la pregunta a la que me refiero es: “¿estoy despierto o dormido?”."¿Vivo despierto en un sueño o sueño dormido en la luz?".

viernes, mayo 11, 2007

Preguntas del despertar (I)

Autorretrato con los ojos abiertos. Rembrandt

I

Hay muchas preguntas, de muchas clases. Puedes hacérselas a otro o guardarlas para ti. Sea como sea muy pronto te llegarán respuestas que matarán, de un golpe, a tu pregunta. La matarán apenas la vean, sin desentrañarla, sin desenvolverla, sin contestarla realmente. Y tu, con esa sabiduría falsa, o inútil, recién adquirida, volverás a la tibia felicidad a la que te condena la costumbre, la triste felicidad del funcionamiento automático, sin fricciones, la felicidad del sueño continuado y, por fin, del olvido.

Un día hubo para mí una pregunta entre las preguntas, una pregunta madre, una pregunta origen, algo que lo cambió todo sin, aparentemente, cambiar nada. Una pregunta que me dirigí a mí mismo, porque pensé que los demás no podrían comprenderla. Al menos, no la entenderían a la manera en que la comprendía yo. Tampoco notarían diferencia alguna en sus vidas según fuera una u otra mi respuesta.

Sin embargo, desde ese día, lo primero que busco en las personas es una señal de si alguna vez se hicieron una pregunta parecida. Si se la hicieron les pongo a un lado y, si no, al otro. Desde entonces, para mi, la Humanidad está dividida.

Los dos grupos son, en realidad, especies distintas. No hay buenos ni malos, pero una cosa no es igual que otra. Los leones y las cebras en el fondo no se entienden, aunque se reúnan, a menudo, para cenar. O estás en un sitio o estás en el otro.