viernes, julio 18, 2008

Guardar el fuego

Fuego

Cuando aun era un niño sin escuela, como mis padres trabajaban fuera y la casa quedaba vacía, pasaba mucho tiempo donde mi abuela materna. Era ella una mujer sencilla, que vino a Madrid con veinte años para trabajar de sirvienta y, al poco, casarse con un joven electricista, serio y prometedor. Vivía en un piso interior de la calle Velázquez, sin nevera y sin televisión, y su cocina aún se alimentaba con carbón y leña. Era sabia en emociones, analfabeta en conocimiento, y yo la adoraba y vivía siempre pegado a sus faldas.

Mi abuela era experta en guisos de puchero. Un día observé que tenía uno puesto en el fuego, y que ya cocía. Se oía el burbujear, y se sentía la violencia interna del vapor, como un rugido profundo, luchando por escapar y liberarse. Yo le dije: “Yaya, el puchero está enfadado ¿por qué no le quitas la tapa?”

Las cosas que se aprenden de verdad son como el casco de una barca en la que vamos navegando. Con el tiempo se le adhieren plantas, moluscos…, hasta que la barca, sin dejar de ser barca, se convierte en algo distinto, en una especie de memoria viviente del mar de la vida.

Así que no recuerdo claramente lo que mi abuela me respondió entonces, y donde empezaba o acababa su sabiduría real. Pero lo que me dijo fue algo parecido a esto:

“Hijo, cuando los pucheros se ponen al fuego, aunque parezca a veces que vayan a explotar, hay que tenerlos siempre tapados. Si los dejas abiertos, todo lo bueno se va con el humo. Las cosas destapadas tardan más en cocer y quedan enteras, pierden el sabor y la fuerza, y cuando después se sientan tus invitados a la mesa la comida que les pones ni alimenta ni sabe a nada, porque ha perdido toda su sustancia”

Ella no me dijo entonces, pero yo lo aprendí luego recordando sus ollas puestas a cocer, que nuestra cabeza y nuestro corazón son también pucheros, de un material diferente. Hablar demasiado, expresar siempre tus sentimientos, apenas brotados, asesinar las preguntas con rápidas respuestas, es como levantar la tapa de todas tus ollas.

La fuerza que perfecciona las cosas de nuestro pensar, de nuestro sentir, de aquello que vivimos para nosotros mismos y para darlo a otros, es un fuego interior que hay que saber encender y alimentar y, sobre todo, poder soportar encendido.

Sin ese fuego no puedes crear y, si lo intentas, lo que hagas se morirá apenas brotado y será olvidado sin dejar recuerdo.

Cuando falta ese fuego tu semilla pierde su fuerza, te vuelves extranjero y furtivo en tu existir. La vida, en fin, aparta de ti ese cuerpo con el que te abrazaba, enamorada, para que en ella pudieras crear. Para que pudieras verte ahí fuera y sentirte carne y sangre, tu, que apenas eras un sueño.

sábado, julio 05, 2008

El Barco de los Locos

Fitzcarraldo. Werner Herzog

I

Ayer, a las tres de la tarde, salí del trabajo a las calles hinchadas de sol como las velas de un barco. El cielo azul navegaba en lo alto, en el cauce de las casas, como un río de aire enamorado del agua.

Sobre las aceras, dos hileras de árboles alzaban ordenadamente sus ramas cargadas de hojas, como enormes cerillas encendidas de llama verde, como paraguas de gnomo volteados por el aire de alguna tormenta invisible.

La variedad asombrosa de las cosas brotaba a mi alrededor como el jardín de un mago, aparecido de pronto. Un jardín que ya estaba aquí antes de que yo llegara, pero apagado y dormido, como una feria con su noria y su tiovivo mudos, ocultos bajo las lonas, y a los que mis ojos al mirar, hubieran descubierto y dado la vida.

Y cada cosa, del millar de cosas en las calles y en el cielo, parecía escuchar una música interior que les hacía bailar con un ritmo propio, distinto al de las demás cosas. Cada cosa del billón de cosas bailando su baile, cantando su son, y sin chocar unas con otras... Milagro de la adaptación mutua.

II

Me emociona a veces, y otras me irrita, el esfuerzo de los seres por amoldar su existencia al estrecho espacio de lo que es real, de lo posible. Como si la llamada realidad fuera un barco que va a partir y en el que todos quieren encontrar un sitio. ¡Habrá que dejar en tierra tantas cosas para viajar en este barco...! Al llegar a él, ya lo encontramos lleno hasta los topes.

El árbol olvida su sueño horizontal, y crece solo hacia lo alto. El pez dorado no vuela, no conoce el relámpago, nada sabe de las nubes ni de las estrellas. El pájaro no ha visto el fondo del mar, no tiene nidos de coral, ni sabe la forma en que la luz se derrama en la profundidad del agua.

¿Quien construyó el barco de lo real?¿Quien dice lo que es posible y lo que no?


¿Donde guardará Dios nuestros sueños imposibles? ¿En que planeta se alzará la montaña de nuestras renuncias?


jueves, julio 03, 2008

Hijo de Hombre

Oh! ¿Que hacer?¿Que haceeer?

I

Cuando era aún un homínido en formación, un proyecto de llegar a simio adulto, me preguntaba a menudo: "¿por qué estoy aquí?¿con que fin fui creado y qué se espera de mi?"

Con la cabeza todavía demasiado cerca del suelo (ser niño es como vivir en el barrio de los gigantes), unos pantalones cortos sobre mis lisas piernas y los dientes definitivos todavía por salir, yo había oído ya que, en contra de toda evidencia, las personas somos inmortales y perfectas. Así que, asegurado por la “cultura oficial” sobre “quién” y “cuándo” somos, solo me quedaba preguntar el “para qué” de tan milagrosa existencia.

Y en esta pregunta pasé mi infancia, adolescencia y juventud, mientras competía con los demás monillos en mostrar “al mundo entero” quien de entre todos nosotros era el hijo mas perfecto, el mejor amaestrado, el mas adaptado a las normas de vida de aquella cultura miope en la que, poco a poco, nos íbamos quedando ciegos.

II

Ahora, años después de aquel tosco principio y con más recuerdos en la memoria de los que puedo mantener, tengo la misma sensación de quien se baja del tren después de un viaje muy largo. El viajero en su compartimento vio pasar ante sí muchos paisajes, es verdad, pero ¿realmente estuvo en ellos, presente y vivo?¿notó el calor del sol sobre la piel?¿sintió en su pie el corretear de las hormigas y las diferentes durezas del suelo?¿nadó en las charcas, entre ranas y ninfas, bajo las sombras verdes?¿se internó en las ciudades misteriosas?¿acarició los árboles, olió la hierba?

Sentado en mi vagón, respirando siempre el mismo aire, cuidadosamente acondicionado a temperatura constante, sin tocar más que la piel del asiento, o del libro, o de la lata de refresco que compré en el bar... Ha pasado junto a mi un inmenso territorio pero, salvo la película siempre cambiante, y en el fondo siempre igual, del paisaje en la ventanilla, o el breve asomarse en las estaciones para hablar con quien pasara cerca ¿ha habido algo en este tren que no estuviera ya aquí desde el principio?

III

No nacemos hombre (varón o mujer), sino conciencia de Ser dormida en un cuerpo humano. El hombre real nos nace dentro, a cada uno de nosotros, cuando la conciencia despierta. Mientras tanto no somos hombre, sino conciencia que sueña en un cuerpo animal intensamente programado.

¿Qué importa lo que haga el simio mientras la conciencia duerme? Se puede ser alcalde o ministro, sacerdote, maestro, premio Nobel... Mientras no seas hombre real tu trabajo no eres tu, sino lo que hace el mundo contigo.

¿Qué otro destino puede haber para el niño que nace, sino el de llegar o no a ser un hombre real, alguna vez?

Conciencia de ser, que viaja en un hombre, que viaja en un tren. Eso soy, eso somos..., me parece.

viernes, junio 27, 2008

Aprendizajes (2). La felicidad ¿se sueña?

Arca de Noé

II

Frecuentemente, lo esencial del día no te espera en el lugar al que te diriges. Lo esencial te alcanza en el camino, antes de llegar o cuando ya has partido, en el tiempo y lugar en que menos te lo esperas.

A veces eso que llega, la Enseñanza de la Vida para Hoy, dura un largo rato y otras ocurre como en un relámpago. Cuando viene, muchas veces tu vas dormido en tu viaje, eres como un testigo muerto, pero otras felizmente estás alerta, y tu conciencia de ser pesa como un planeta y tu mirada es clara y tu mente y corazón poderosos e instantáneos.

III

Lo importante de mi hoy estuvo, como dije antes, en un vagón de metro.

Me encontraba en uno de esos asientos con espacio para tres. Enfrente, cara a cara, separadas de mí por un estrecho pasillo, había otras personas sentadas. El centro lo ocupaba una madre joven con un niño extendido en su regazo (imposible por su gesto que no fuera madre, imposible por su gesto que no fuera hijo). A la derecha una mujer muy gruesa, con los ojos hinchados y ojerosos. Y a la izquierda un hombre de piel oscura, pequeño y fuerte. “Bolivia” pensé, al contemplar su cara. Mi amiga blanca e india. Y recordé a Marie-SantaCruz-supelonegro y el sabor del amor a los veinte años.

Lo primero que me llamó la atención fue la expresión del niño. Reflejaba la mas completa felicidad. Los ojos entrecerrados, la mejilla apoyada sobre el pecho de la madre, con una mano en su cintura y en la otra sosteniendo un pequeño juguete. Todo lo que el niño anhelaba estaba allí con él. No hacia falta preguntar, bastaba con ver esa sonrisa en su cara, esa expresión de felicidad que no sospecha aun de la muerte.

Ese niño, no se como, había hecho el gran descubrimiento. Poseía el tesoro. ¡Era feliz!.

En cuanto a la madre, ya la cosa era distinta. También su sonrisa mostraba que llevaba con ella, ahora, lo más precioso del mundo. Pero, al parecer, esto no era ya bastante para hacerla feliz.

De la mujer gruesa, a la derecha, surgía de cuando en cuando una queja animal. Era un ruido gutural, casi obsceno, que ella profería sin pudor, como sin darse cuenta. Su cuerpo y su rostro reflejaban un dolor continuo e intenso, un sufrimiento que mantenía sus ojos permanentemente húmedos y le empujaba la conciencia al borde del animal, o de la locura. Pero su dolor no parecía físico. Era como si la raíz del daño estuviera en su cabeza, en la recurrencia tormentosa de sus pensamientos.

Y a la izquierda el hombre pequeño y oscuro. A través de su cuerpo, de su rostro y de sus ojos me hablaba un misterio que mi corazón presiente, pero mi razón no alcanza a entender todavía. Misterio de la piedra, ni feliz ni infeliz, misterio humilde y terrible del indio: “¡Soy!Aquí estoy y aquí me quedo”.

IV

Al ver a estos cuatro seres, y a otros muchos alrededor, cada cual distinto de los otros, cada uno con su mensaje en el rostro, con su vida, su vestido, su equipaje ... pensé:

"En el reducido espacio de este vagón conviven infiernos y paraísos, mundos diversos donde el ser humano se deleita y sufre tortura. Todos vivimos juntos en este estrecho espacio, la realidad “ahora” es la misma para todos y, sin embargo, unos son felices en ella y otros no.

Si el mundo ahora, o sea este vagón, es el mismo para todos, si todos somos humanos, si nuestro tiempo se mide por el mismo reloj, ¿por qué unos son felices y otros no? ¿por qué, con los mismos materiales unos fabrican felicidad, otros dolor, y otros ni una cosa ni otra?

¿Que tiene ese niño, sobre todo, que no tengamos los demás?

Solo una respuesta vino a mi: “Sus sueños”.

¿O tal vez será al revés?¿Tal vez los sueños, dolorosos, los llevamos nosotros?

La felicidad y la tristeza ¿se sueñan?
¿Son nuestros nuestros sueños?
¿se puede soñar lo que se quiera?"

jueves, junio 26, 2008

Aprendizajes (1). La felicidad, mañana

Hoja, agua y rocas

I

La Escuela está en todas partes.

A veces sus clases se imparten en vagones de metro a los que llegas dormido, como si fuera una mañana normal. Entras allí creyendo que solo vas a la oficina, o a la universidad, dispuesto a gastar tristemente el día para ganar la libertad de la media tarde. Y en esos vagones permaneces quieto mientras te transportan, viviendo uno de esos ratos muertos en los que la existencia es solo espacio en blanco, un puro reflejo sin conciencia. Hay momentos en la vida que son como llamitas tenues, que apenas existen mientras se van gastando, y luego desaparecen en la nada, sin fuerza siquiera para convertirse en recuerdo.

Crees, mientras estás ahí, esperando a que el viaje acabe, que lo importante del día está más allá. En el trabajo, quizá, en los éxitos a obtener o, por lo menos, en poder soportarlo todo y acabar la jornada con el corazón entero. Es seguro que en alguno de los resquicios del día espera la felicidad.

Y si no es hoy, será mañana.

Mañana, si, mañana es más probable… Casi todos los días de mi vida he sabido con certeza que hoy no sería feliz, pero que lo sería mañana.

La vida siempre es ahora, la vida nunca es “mañana”.

martes, junio 24, 2008

Burbujas (III)

Sin título

Dios creó el Mundo en siete días, según dicen.

Su Mundo, tal vez, pero el tuyo no. Tu mundo no existe, hasta que tu no lo creas.

Tu mundo es una burbuja en Su Océano, un pequeño vacío que se obstina en existir en la inmensidad del agua.

La burbuja, ¿es Océano también, o resistencia a Él?

La piel de mi conciencia es un beso a Dios. De un lado el Universo es suyo, del otro mío. Si la piel no existiera y no hubiera separación ¿como podría nacer un Beso?

domingo, junio 15, 2008

Razones

Rueda de la Vida. Parque Vigeland (Oslo)


Se que tengo razón y, a la vez,
estoy profundamente equivocado.
Pues mi razón es tan pequeña,
que no puede vivir en ella
la razón de mi adversario
.

Cuando se nos escapa el perro


I

Una de las señales más claras de que aquello en lo que creo no funciona: un “universo” atento a mis deseos, un “dios” a mi imagen y semejanza, un “mañana” en el que todo lo que espero ocurrirá...., es mi nula capacidad para evitar el dolor a los seres que están mas cerca. Y lo que es más, la repetida vergüenza de ser yo mismo, tan a menudo, el origen de ese dolor.

Digo, a propósito, “los seres que están más cerca” y no “a los que más quiero”, por evitar esta palabra resbaladiza, “querer”, que tiene sombras y huecos donde todos dicen que es pura y lisa, escondites por los que a menudo asoma la mueca del egoísmo más desvergonzado. “¿Querer?”, no olvides que estás en Babel, y cada uno da a las palabras el contenido que puede y quiere, más grande o más pequeño, según el tamaño de su conciencia y su corazón. Si eres un animal, tu amor tendrá largos dientes...

II

A veces uno se siente como cuando se le escapa el perro. Observas, impotente, que el animal enloquece de rabia y, en un instante, siembra a mordiscos el dolor a tu alrededor. Hiere primero, y con más saña, a los que están más cerca de ti, a los que más aprecias y quieres. Sobre ellos cae ese perro con su mayor salvajismo.

No eres tu, ya lo se, es él, es tu perro... Pero te sientes responsable, porque tu mimaste a ese animal, lo protegiste, lo alimentaste... El “perro” es un ser al que tu mantienes vivo cada día. ¿Y para que?... ¿Quien sabe? Quizá es tu único amigo, que lucha por ti cuando lo necesitas. Quizá te hace sentir poderoso. Ahora que lo pienso... tal vez incluso pudieras ser Rey, si él quisiera ser tu siervo.

Pero, como decía, algo en todo esto no funciona y... ¡a mi se me escapa el perro!

viernes, junio 13, 2008

Abrazo


Dos magos, soñadores del agua y de la luz
y creadores de mundos en la conciencia felina.

Comprendiendo

Fuente. Parque Vigeland (Oslo)



Buscaba a Dios en mi,


pero está en Nosotros


martes, junio 10, 2008

Burbujas (II)

La Escalera de Jacob. William Blake.

II

Al camino de siempre, que está hecho de asfalto o arena y tiene ya principio y final, no se le ama porque viva y permanezca con nosotros en el andar, sino por todo lo contrario: porque acabará y lo olvidaremos, alcanzando ese lugar de ensueño al que creemos dirigirnos.

¡Que tristes parecemos en la vida, al caminar! ¡que ciegos y que endurecidos! Llevamos en la cabeza el sueño de la felicidad futura y la promesa del más allá se convierte a menudo en desprecio de lo que está más cerca.

Estos caminos del mundo en los que estamos sin estar, olvidados nuestros pies mientras caminan, con el corazón en la mirada y la mirada puesta a lo lejos, creyendo vislumbrar lo que aun no existe... (Y si no existe ahora, ¿cuando existirá?) Los seres, las cosas, los paisajes que vienen, nos llegan y ya se van marchando, sin apenas ser recibidos.

¿Por qué trato al Mundo como si fuera un siervo? Al mundo y a los seres que me trae el mundo: a mi cuerpo, a mi mente y a mi corazón, y a la envoltura de todo, eso a la que llamo “yo mismo”.

Me dejo servir por todos sin siquiera mirarlos, como si fueran objetos, como frascos de vidrio a los que se deja a un lado, transparentes, cuando se ha agotado su contenido. Mi atención está puesta en mis sueños, y no sobre estos seres de carne y hueso, de polvo y sangre, de piedra y de profundidad, en los que se sustenta mi vida.

Algunos de estos seres que nos trae el camino durarán un tiempo en la memoria, como fantasmas que se niegan a marchar pero a los que ya no queda sangre o sustancia para pintar en colores la luz, acariciar la tierra o provocar sonido; otros permanecerán apenas un instante con nosotros pero, a la mayoría, ni tan siquiera alcanzaremos a verlos.

Y en ese tiempo vacío será como si no hubiéramos existido: nosotros por no sentir, ellos por no ser sentidos.

Si no hubiera Algo más grande que yo en alguna parte del Alma…, si la Creación entera dependiera solo de mi vida y mi conciencia ¡que Universo más pobre sería el nuestro!!que enormes lagunas de olvido!¡que eternidades de no existir!¡que cuerpo inmenso para mis planetas y soles del que nadie podría recordar las manos, los ojos, o el corazón!

lunes, junio 02, 2008

Burbujas ( I )



I

En nuestro tránsito por el Hombre, a lo largo de esta experiencia de cuerpo y conciencia que llamamos vida humana, ocurre algo parecido a lo que pasa al andar cualquier camino sobre la Tierra.

Los pasos nos llevan, los ojos puestos en la búsqueda interior, por distintas comarcas. Los paisajes del alma cambian bajo la luz del sol o de la luna. Y lo que pasa fuera, y lo que pasa dentro, son como hermanos gemelos separados por un espejo. ¿quien sabe cual es la imagen y cual el reflejo?

A veces el mundo, ahí fuera, tiene frío. Otras languidece de calor, y el camino se vuelve una lengua larga y muda, de arena seca. ¿Cuanto tiempo he permanecido sin hablar porque el mundo endurecido en el que vivía no fue capaz de articular una sola sílaba?¿Y cuantas veces mi tristeza juntó las nubes en el cielo y llenándolas de congoja les hizo llorar?

Los paisajes que llegan de fuera a veces son tan extraños que nos obligan a despertar del sueño interior, con un sobresalto, a devolver nuestra conciencia al cuerpo. Entonces, en ese instante, como si el mundo inmenso apoyara el pie sobre la punta de una aguja y en ella se balanceara, todo el espacio y el tiempo se juntan entre tus ojos, o sobre tu corazón. Se abrazan en ti todas las cosas, y lo que era y lo que es se vuelven uno contigo en este punto único del Ser que eres, en este aquí y ahora.

El espejo se rompe por un instante, eterno o fugaz instante, y reconocemos como en un relámpago que nunca estuvimos solos, que la Gran Vida en la que existimos es consciente de nosotros, que caminamos sobre el Misterio como sobre la piel desnuda y alerta de un extraño planeta, de un Poeta incomprensible de la vida y de la muerte.

domingo, junio 01, 2008

Y dijo Jesus:

Madre Primordial. Johfra

Hágase en mi,
según Tu Palabra