La Escalera de Jacob. William Blake.
II
Al camino de siempre, que está hecho de asfalto o arena y tiene ya principio y final, no se le ama porque viva y permanezca con nosotros en el andar, sino por todo lo contrario: porque acabará y lo olvidaremos, alcanzando ese lugar de ensueño al que creemos dirigirnos.
¡Que tristes parecemos en la vida, al caminar! ¡que ciegos y que endurecidos! Llevamos en la cabeza el sueño de la felicidad futura y la promesa del más allá se convierte a menudo en desprecio de lo que está más cerca.
Estos caminos del mundo en los que estamos sin estar, olvidados nuestros pies mientras caminan, con el corazón en la mirada y la mirada puesta a lo lejos, creyendo vislumbrar lo que aun no existe... (Y si no existe ahora, ¿cuando existirá?) Los seres, las cosas, los paisajes que vienen, nos llegan y ya se van marchando, sin apenas ser recibidos.
¿Por qué trato al Mundo como si fuera un siervo? Al mundo y a los seres que me trae el mundo: a mi cuerpo, a mi mente y a mi corazón, y a la envoltura de todo, eso a la que llamo “yo mismo”.
Me dejo servir por todos sin siquiera mirarlos, como si fueran objetos, como frascos de vidrio a los que se deja a un lado, transparentes, cuando se ha agotado su contenido. Mi atención está puesta en mis sueños, y no sobre estos seres de carne y hueso, de polvo y sangre, de piedra y de profundidad, en los que se sustenta mi vida.
Algunos de estos seres que nos trae el camino durarán un tiempo en la memoria, como fantasmas que se niegan a marchar pero a los que ya no queda sangre o sustancia para pintar en colores la luz, acariciar la tierra o provocar sonido; otros permanecerán apenas un instante con nosotros pero, a la mayoría, ni tan siquiera alcanzaremos a verlos.
Y en ese tiempo vacío será como si no hubiéramos existido: nosotros por no sentir, ellos por no ser sentidos.
Si no hubiera Algo más grande que yo en alguna parte del Alma…, si la Creación entera dependiera solo de mi vida y mi conciencia ¡que Universo más pobre sería el nuestro!!que enormes lagunas de olvido!¡que eternidades de no existir!¡que cuerpo inmenso para mis planetas y soles del que nadie podría recordar las manos, los ojos, o el corazón!
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