sábado, mayo 12, 2007

Preguntas del despertar (II)

"No me dejes caer. Llévame a Lothorien". Petal J.Roberts
(Gandalf sobre el Gran Águila)

II

Esa pregunta a la que me refiero, formulada desde dos ángulos diferentes, fue: “¿sigues confundiendo lo que eres y lo que te sucede?”,”¿ tu biografía y tu sois aún la misma cosa?”

Lo que quería decirme a mi mismo era: ¿sigues pensando que eres tu quien hace las cosas, y que mereces por tanto, premios y castigos?. ¡Amigo!¡no eres nada!. Transitas en una máquina, un robot profundamente programado que se creó para ayudar a mantener funcionando todo ese enorme tinglado de ahí fuera. Estás en una máquina de mantenimiento, tío. ¡Dios sabe cómo y por qué te caíste ahí dentro!

Esa máquina no eres tú, aunque te hayas apropiado de su nombre durante todo este tiempo. No eres tú, pero quizá podría ser una parte de tu Trabajo.

La máquina en la que vives hará lo que tenga que hacer. Y lo hará contigo o sin tí, con tu atención o sin ella Tiene un cuerpo al que alimenta y cuida cada día, para alargar su funcionamiento lo más posible. Se fabricó además una programación compleja, a la que llama “ego”, con trozos de su experiencia y con lo que fue escuchando de padres, maestros, amigos. Ahora es autosuficiente y tu, como una chispa de conciencia, vives ahí dentro, soportando a esa máquina y su comportamiento, creyendo que mandas en ella. Pero no mandas. Si fumas, o bebes, o tienes cualquier otro profundo hábito que no deseas, y dices: “¡no lo haré más!”, la máquina se reirá en tu cara.

Solo conseguirás vencer, si es que vences, después de una terrible lucha.

III

No mandas. Eres solo un pasajero sentado en el asiento de atrás de un coche que no conduces. El que lleva el volante no es mal tío, ni bueno, es un fantasma normalito, de los del montón. Pero también es duro de oído y aún no reconoce tu voz. Tendrás que gritar más fuerte si es que quieres que te haga caso.

De pronto un día te descubres, descubres al robot, siendo cruel, y mezquino, y torpe con algún otro al que decías querer. Y ves el dolor que causa esa máquina fuera y dentro de tí mismo. Y sientes algo así como cuando por descuido se te escapa el perro y, en su terror animal, muerde hasta la sangre al inocente que está más próximo. No has sido tú, ya lo se, pero eres responsable, en parte, de los dos dolores: del dolor que muerde y del dolor mordido. Y entonces encuentras el motivo y la fuerza para gritar al fantasma e ir convirtiéndole, poco a poco, en un oído fino a la razón ilógica, en una mano dócil para el amor despiadado.

Quizá haya una posibilidad, tal vez la haya, de que algún día ese volante puedas conducirlo tu.

Otra forma de hacer la pregunta a la que me refiero es: “¿estoy despierto o dormido?”."¿Vivo despierto en un sueño o sueño dormido en la luz?".

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