jueves, octubre 19, 2006

Idiotas y Absortos (I)

Nasrudin, el Idiota


La primera vez que oí la palabra “idiota” debió ser en la escuela elemental, de algún maestro que perdió los nervios conmigo al comprobar que algo, para él indispensable, no merecía en mi opinión ni el esfuerzo de ser recordado. Duro es, para los más viejos, verse ignorados por los niños. Su sueño de inmortalidad se les rompe de pronto, entre las manos.

Luego, mucho tiempo después, rebuscando entre los libros más nombrados y quizás menos leidos del pensamiento occidental, encontré algunos de título más bien sospechoso: “La docta ignorancia” de Nicolás de Cusa y el “Elogio de la Locura” (más que de la locura, de la tontería o de la ociosidad, si hemos de traducir correctamente) de Erasmo de Rotterdam, por citar solo dos ejemplos.


Estos libros apuntaban a cierto tipo de valioso conocimiento que “no coincidía con el oficial”, por decirlo de forma suave. Mas bien parecía tratarse de un saber propio de gente pragmática y simple, reacia a usar latinajos y completamente incapaz de afirmar que lo blanco es negro aunque lo dijera Platón. Esta gente rebelde, tozuda en su sentido común, que solo podia ver lo que hay, aquí y ahora, y no lo que debería haber (en opinión de los expertos), era inútil e incómoda para el pensamiento oficial, es decir, para los que tienen el poder de imponer socialmente sus ideas. Lo único que se podia afirmar públicamente de ellos es lo que dijo aquel maestro de mí: que su opinión no contaba porque... “eran idiotas”.




Mas tarde tropecé con otro libro de Idries Shah. Se trataba de una antología de cuentos sufíes. Al leerlo me enteré de que estos extraños seres, a quienes podríamos denominar los “místicos del Islam”, se dan a sí mismos el nombre de “Idiotas”.

“La palabra, lógicamente, tendrá para ellos un significado muy diferente del que le atribuye la autoridad oficial”- pensé. “Pero ¿cual podrá ser?”

No obstante, y a pesar de mis dudas, por aquella época ya iba teniendo la sospecha de que en el mundo de los hombres solo hay dos grupos principales: los Idiotas y los absortos.


Hace unos cinco años, conocí a un grupo de personas que despertó mi interés. Ellos no eran sufíes del siglo XIII, sino gente viva y normal (en apariencia al menos, porque uno no sabe nunca, en estos tiempos, donde puede aparecer un muerto ambulante o, peor aún, un vampiro). Y, sin embargo, supe con el tiempo que también se atribuían a sí mismos el nombre de “Idiotas”.

“Bueno. Esta es la mía”, pensé. “Se acabaron las especulaciones. Por fín me van a explicar de primera mano lo que significa eso de ser Idiota. Serlo y, aparentemente, disfrutarlo”.

Pero cierta mujer, tan perpleja como yo y con mas urgencias, se me adelantó en la pregunta.

La respuesta de Eric, uno de los Idiotas más concienzudos que he conocido, es muy informativa, y aún puede consultarse, si se desea, en el foro de Bardoworks.

Cuando leimos ese mensaje de Eric, tanto la que hizo la pregunta como yo, tuvimos la certeza de que también éramos Idiotas desde hacía mucho tiempo pero que, imitando las costumbres de los absortos, que no viven en la realidad, no nos habíamos dado cuenta todavía.

Gracias Eric, por la iluminación
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