miércoles, noviembre 22, 2006

Trabajo (I)

Atlas Building. Rockefeller Center. New York


A veces soy testigo de un extraño fenómeno. Me encuentro, por ejemplo, sin energía ni ánimo para enfrentar cierta tarea que, por algún motivo, siento que es preciso realizar. (¡caramba! ¿qué iba a ser de todo el enorme tinglado “de ahí fuera” si yo no colaborara para sostenerlo?). Y es entonces, precisamente, cuando llega lo extraño… de pronto me siento con la energía necesaria para trabajar. Es como si se me hubieran recargado todas las baterías de un solo golpe.

Lo mismo me ocurre con otras “cualidades” útiles para la vida: sentido del humor, imparcialidad, resistencia, tolerancia… y, sobre todo, con la capacidad de vivir esta cotidiana rutina (que temo se acabará volviendo eterna) día tras día, como si cada vez fuera una ocasión distinta. Basta con invocar lo que necesito para que, a veces con cierto esfuerzo, finalmente aparezca.

¿Tengo asignado un esclavo en el Cielo, permanentemente atento a mis necesidades? ¿un ángel psíquico que vive pendiente de mí, de mis labios, para cumplir mis menores deseos apenas pronunciados?

O por el contrario, ¿soy yo mismo un esclavo, al que se proporciona a la vez la orden de actuar (haciendo que parezca surgir de entre mis propios deseos) y la energia necesaria para poder cumplirla?

No tengo las respuestas, pero no creo que el ángel esclavo o el astuto manipulador sean necesarios. Más bien me suenan a despilfarro. Un Dios economista no los toleraría, probablemente, en su Creación.

Me parece que el hecho de que el mundo sea irreal (o al menos lo sea nuestra réplica personal de él) tiene una ventaja básica: basta con imaginar vivamente lo que necesitas, para tenerlo. En el mundo de lo imaginario no puedes soñar sin crear, al mismo tiempo, lo soñado.


¿En verdad es posible que toda esta historia, el hilo de mi biografía y el espacio del mundo en el que la vivo, la esté escribiendo “Yo” de alguna misteriosa manera? ¿El mundo está en mi cabeza, como dice Valmiki? ¿Soy “Yo” el creador del mundo?

Si no soy yo el que escribo mi propia historia ¿por qué tengo la sensación de saber lo que va a ocurrir? y si en verdad lo soy, me pregunto con ansiedad, ¿por qué ninguna Navidad me ha tocado la Lotería?

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