miércoles, marzo 28, 2007

Puentes

Golden Gate

Primavera.

Bajo el tibio sol han dejado de nevar las flores de los almendros.

¡Hay tantos motivos para el asombro! Y cada uno de ellos es una puerta abierta en este mundo gris, una puerta a otro universo que se halla también aquí, encerrado en el aire, como el corazón incendiado de un fruto maravilloso: la piel y la carne en la realidad, y las semillas en el milagro.

Hay puertas a otros mundos que se abren con un simple roce, con un choque casual entre dos cuerpos. Mundos que tienen un dueño, o al menos un creador, mundos de mujer y de hombre.

* * *
El otro día, cuando acababa de pagar una pequeña compra en la caja del FNAC y me encontraba ya preparándome para la marcha, sentí un roce muy leve en el codo izquierdo. Si los pájaros nos llamaran, nos llamarían así. Dos muchachos estaban pagando ahora, junto a mi y uno de ellos me había tocado el brazo. Quería advertirme de que interrumpía el paso a una limpiadora y a su carrito, un gran objeto azul lleno de cepillos y de esponjas. Todo sucedió en un instante. El roce del chico, el carrito que pasó por detrás mío, antes siquiera de que yo lo hubiera advertido, y un fuerte sentimiento de agresividad que brotó de pronto en mi, como surgido de la nada, violento y súbito, inesperado como una explosión.

El roce había sido muy suave, la expresión del chico nada decía que pudiera haberme ofendido, y aunque su rostro no era agradable ni siquiera me miraba a mí, sino al carrito pasando. Y sin embargo, donde antes había serenidad y agradecimiento por el libro recién comprado, ahora ardía una ira indeterminada, un ansia de pelea planeando como un buitre y buscando en donde aterrizar.

Al poco rato, y aun perplejo, comprendí. La rabia no era mía, había venido con aquel roce. Ese muchacho la fabricó y la rabia pasó a mi como pasa el incendio de un árbol a otro.

Hay puertas a otros mundos que se abren con un simple roce y puertas que no se abrirán ni siquiera a martillazos.

A algunos nos es más fácil olvidar los golpes, que los besos. Ahora comprendo por qué.

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