domingo, marzo 11, 2007

Conocimiento de juego y de curación (I)

Sol y Luna



El invierno de nuestro descontento

Now is the winter of our discontent
Made glorious summer by this sun of York

Shakespeare, Ricardo III

(Ahora es el invierno de nuestro descontento,
convertido en glorioso verano por este sol de York)



I


Hay una gran distancia entre entender (con la mente) y comprender (con todo el ser), la misma que entre el dicho y el hecho, la misma que entre el conocimiento presuntuoso y vacío y el conocimiento que te transforma.

Quien está contento, en el fondo, consigo mismo y con el mundo respeta las reglas del juego y se convierte gustosamente en una pieza del engranaje. Una pieza lo más dorada posible, eso sí, para destacar con fuerza de los demás, para tener más, para ser más apreciado y más querido. Sus dolores e incomodidades son, desde entonces, siempre relativos: sufre por tener menos que otro, por ser menos querido que otro, por alcanzar menos éxito que otro. Para estos seres el conocimiento es solo un medio y las palabras no valen tanto por la sabiduría y el poder que encierran sino por el éxito que son capaces de atraer de fuera.

El que no está contento, sin embargo, ni consigo mismo ni con lo que le rodea, no puede sentir consuelo al compararse con el vecino. Somos todos habitantes de un pequeño pueblecito: el que más posee tiene una vaca y el que menos, un perrillo.

Si sufres de un fuerte dolor de muelas no te consuelas y quedas tranquilo sólo con ver que otro se acaba de romper las piernas. Al contrario, si tienes aún sensibilidad te alterarás más todavía comprendiendo que lo que te rodea se parece más a un infierno que a un paraíso.


II


El que no está contento se encuentra solo en medio de un mundo autocomplaciente, un mundo que acepta las cosas como son incluso cuando se queja, incluso cuando las cambia en la forma para que en el fondo no cambie nada. Se descubre convertido no en un enemigo del sistema, sino más bien en un extraño, en alguien totalmente inasimilable. Vive aquí sin ser de aquí, se reúne con las demás personas y realiza los mismos actos, pero sus motivos son completamente distintos. Es un ser al que le duelen las piernas rotas del alma, y todo su empeño es buscar un remedio. Un remedio para sí mismo, pues el dolor y el placer, al parecer, son solo suyos.

Así, buscará un conocimiento que le cure, no que le proporcione palabras para la conversación, anhelando aquella sabiduría que tenga un poder de transformación para así, finalmente, incorporarla a si mismo y quedar sano.

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