Miro las cosas por última vez.
¿Quien volverá,
con mi nombre?
Krishnamurti, Castaneda, Gurdjieff, no son personas en realidad. Ocultismo, Chamanes, Cuarto Camino, no son escuelas, sino comarcas por las que cruza el Camino. Ellos pasarán, pero aquello que allí viviste seguirá contigo. Caminante y Camino eres tu, los dos relámpagos de la Cruz del Rayo.
El camino a seguir, según parece, pasa por la corona de espinas y acaba siempre en la Cruz.
Llueve en blanco y negro sobre lo que parece una calle cubierta de charcos. En el escalón de un extraño edificio, quizá un templo, hay un hombre sentado que mira la lluvia caer. Curiosa vida la suya. Contempla como llueve esperando solo a que la lluvia cese, para así poder dejar de mirar. Es humilde y está vestido con mucha simplicidad. Cuando se queda quieto parece una gota más de lluvia que hubiera quedado prendida en el espacio, negándose a desaparecer.
En ningún sitio mejor que en las películas orientales veo y comprendo la simplicidad del hombre, su existir natural, sin maravillas, sin pizca alguna de magia o de romanticismo. La imagen sin color, el sonido sin música y sin palabras, o con palabras que no entiendo, los cuerpos vestidos solo con unos trapos, la comida a base de arroz, tan blanco que parece que no se esté comiendo nada. Hasta el licor es blanco, como la sangre de un árbol hendido que no provoca al manar escalofrío alguno.
Extraña vida la de ese hombre. Mirar la lluvia caer, esperando solo a que la lluvia cese, para así poder dejar de mirarla, y partir.