domingo, julio 08, 2007

Sin corazón

El corazón de la Via Láctea (Sagitario, Escorpio, La Serpiente)



El problema es que se me atasca el corazón. Se atasca y se para, irremediablemente. Y entonces es solo la cabeza quien mueve la sangre de mi cuerpo, quien hace girar el líquido cada vez más frío y más blanco por mi frente, en una triste parodia de la vida.

El problema es que se me atasca el corazón y no me doy cuenta. Parece como si funcionara pero no es así, y vivo días y días pensando que todo está normal, que no pasa nada, que sigo siendo, ¡como siempre! una buena persona, un ser sensible e inteligente del que el mundo solo puede sentirse satisfecho.

Al ver la pena de los otros se me encoge el corazón, naturalmente, pero creo que es solo para achicar el cuerpo y que la desgracia de ellos no me salpique. También ocurre que al sentir la alegría ajena me siento henchido, pero porque se me despierta el hambre y la envidia de poseer yo también la alegría que ellos tienen.

El proceso es bien extraño. El corazón se atasca y ya no siente, pero desde el mismo momento en que eso pasa la mente se pone a imaginar sentimientos que no existen. Veo, por ejemplo, a un niño que llora cubierto de mocos en los brazos de una mendiga y pienso, “que pena me da esta criatura, que triste estoy por la miseria de esas personas”. pero no es verdad, ¡maldita sea! no hay un sentimiento real, sino solo algunas palabras acompañadas de un estremecimiento de los músculos.

Y así vivo, insensible, con el corazón metálico prendido al pecho, inútil y estúpido como una insignia, mientras la mente imagina ternura y comprensión en cada uno de mis actos.

Ocurre como en esas películas en las que, para robar un banco, o un museo, los ladrones conectan a la cámara del vigilante un video que proyecta aquel espacio en un momento normal, ya pasado. El vigilante cree ver en su pantalla una imagen de la realidad, pero se trata solo de un conjunto plano de impulsos eléctricos envolviendo su cerebro como la piel de un plátano. No vive de la realidad, sino del recuerdo.

El corazón se nos ha ahogado. La garganta y los pulmones del corazón se llenaron de agua. Es preciso escupirla fuera, a borbotones, violentamente. Conozco a muchos a los que se les ha muerto el corazón y aun no lo saben. Pase lo que pase ya no son capaces de sentir el más mínimo estremecimiento. Van por aquí y por allá y en todo parecen personas normales, pero no lo son. Están medio vivos y medio muertos. Son como cyborgs de metal y sangre.

No es cuestión de leer una bonita poesía mientras la paz desciende a nuestro corazón como una paloma; o, en la calle, dejar una moneda brillante en las manitas sucias de un niño. Hay que sacudir el corazón a bofetadas, hay que empujarlo y apretarlo como a un cuerpo húmedo y frío tendido en la playa y rígido.

Tengo que echar fuera todo el agua, ahora, inmediatamente, antes de que el corazón dormido se me muera.



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