lunes, enero 15, 2007

De lobos y de hombres

Zodiaco de Johfra. Leo


El hombre lobo existe. Yo lo he visto.

Es una criatura extraña, mitad ángel, mitad animal. Ignoro quien o por qué los juntó. Probablemente el hombre estaba ahí en su pequeña nada y, cierto día, como pasa en los cuentos, un lobo llegó hasta él.

Ahora el hombre es guarida y el lobo morador.

El lobo es astuto, se oculta siempre. Nunca aparecerá mientras tu estés mirando. Aprovechará un momento en el que tengas la vista puesta en otra cosa y entonces, dará el zarpazo. Sus uñas rojas aparecerán por debajo de tu inocente sonrisa de hombre, por debajo de tus ojos claros, por detrás de tu limpio corazón.

Vive dentro de ti, oculto dentro de esa imagen de oro y de cristal, que llamas “mi personalidad”. Es un lugar cómodo porque esa estatua es grande y está hueca. Se metió ahí pues sabe que ese es el templo del dios al que adoras, el lugar más oscuro y seguro que podría encontrar en tí. Sabe que darías tu propia vida por evitar que ese espacio fuera profanado. Momento a momento, cuidadosamente, lo proteges de la luz de la realidad, pues sabes que una exposición continuada le destruiría. Golpearías, maldecirías, e incluso llegarías a matar a cualquiera, con tal de impedir que sufriera el menor rasguño ese dorado sueño tuyo, esa “personalidad”.

El lobo se alimenta de tu tiempo. No puedes usar tu vida en absoluto, pues el la necesita para sus carnicerías. Si deseas realizar cualquier cosa que salga de la rutina de adoración a esa “personalidad” de la que él es el alma, verás que te resulta imposible. Protestará el lobo, desde tu interior, de muchas formas y si ni aún así desistes, desviará tu atención de mil maneras, o hará que caiga sobre tí un sueño repentino, o que te desborde cualquier emoción violenta, o quizá te hará recordar algo que soplará definitivamente sobre tus ojos el olvido. Horas, días o meses después recordarás lo que quisiste hacer y no hiciste, pero ya habrá pasado su tiempo. Y eso si eres afortunado, porque lo más probable es que jamás recuerdes aquella ocasión en la que, ingenuo de ti, deseaste usar de esa libre voluntad que siempre presumías tener, y que nunca llegaste a saber que no tenías.

El lobo es el rey, es tu dios en la tierra. El mundo es su terreno de caza. Todo es suyo, todo es para el. Tiene derecho a provocar cualquier daño, a apropiarse de cualquier cosa, la necesite o no, a destruir, a desgarrar. Los demás solo son un juguete para sus caprichos. Si parece que se entristece por el mal de otros no es verdad. Le gusta pensar que es espiritual y sensible. Pero los demás no existen para él, son solo muñecos, espejos para su propio placer y su miedo. El dolor de los otros solo le interesa como premonición de lo que le podría ocurrir a él mismo. Como un feroz vampiro despoja al sufriente de toda sustancia y ocupa él su pellejo vacío, imaginando así lo que sentiría si le ocurriera a él mismo la desgracia que ahora sufre el otro. La compasión del lobo, frecuentemente, es solo miedo y en el mejor de los casos, agradecimiento de que el dolor pasara de largo, para saciarse en el corazón de otro.... “¡mejor tu que yo!”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizá lo único que quiere ese lobo es ser reconocido; su reticencia bién puede ser esa misma del animal en el laberinto; tú lo encuentras en el laberinto pero él está ahí también.

Paco Luis dijo...

Creía que era un león,
y es un niño que está naciendo.

Cuando le lave la cara y el cuerpo,
y le quite el miedo,
y las lágrimas,
y él abra los ojos,
el mal que hacía sin saberlo
terminará.

Besos,

F.